“Eran las 11 de la mañana del 19 de septiembre (de 2012), cuando llegué al centro de la ciudad, me bajé de la camioneta y empecé a saludar a los conocidos que me encontraba en el camino, pero ellos no me saludaban, sino que veían detrás de mí. Cuando volteo, veo un grupo de soldados bajándose de una camioneta y dije: bueno, aquí va a haber noticia; eran personas vestidas de soldados, camufladas, con rifles R-15, que fue lo que me impactó, porque los militares no utilizan ese tipo de fusiles, nunca pensé que vinieran a secuestrarme. Cuando volteo hacia el otro lado vi otra camioneta con soldados, pero sentí los piquetes de los rifles en la espalda y el cuello.
—Muévete, hijo de la chingada.
Hasta ese momento supe que iban contra mí. Me subieron a una camioneta cherokee modelo antiguo, verde, con cristales polarizados, plenamente identificable. Me estuvieron paseando por la ciudad con los ojos vendados, las manos amarradas. De repente llegamos a un lugar donde se detuvieron, se escuchó cuando abrieron un portón y entramos en la camioneta, me bajaron a empujones y me escoltaron hacia un lugar. Cuando íbamos caminando me tropecé y al poner las manos hacia adelante, para detenerme, sentí unos barrotes, entonces a mí me quedó claro que estaba en la comandancia de policía.
—Híncate…
—Mira cabrón, yo soy el jefe de la plaza, tú quién te crees, aquí el jefe soy yo, tú te crees el jefe o quién.
En ese momento comenzó a golpearme, primero la cara y una vez derribado a patadas siguió contra todo el cuerpo.
—Eso es para que sepas quién es el jefe de la plaza, no eres un héroe, ¿cuánto ganas?
—Como 250 pesos al día.
—¿Y por esa pendejada te vas a morir?
—Tírate boca abajo.
Los golpes, como eran tan continuos, ya no se sentían. Entonces yo prefería que me golpearan uno tras otro porque se me adormecía el cuerpo, a diferencia de si lo hacían con pausas entre cada golpe. Luego de la golpiza me quedé dormido. No desmayado, sino dormido. Ya no supe de mí hasta que empezaron a golpearme otra vez. Después de un rato me sacaron al patio y me subieron a otra camioneta; era doble cabina porque hicieron que me acostara en medio de los asientos. Al poco tiempo me cambiaron de vehículo y comenzaron a dar vueltas por la ciudad.
—Te vamos a llevar a un lugar donde no hay señal de celulares. Ya hemos llevado a varios ahí; pura carnita para coyotes.
La guerra contra el narcotráfico de Felipe Calderón enfrentó a los distintos cárteles de la droga desde Ciudad Juárez hasta Jiménez, por todo el estado de Chihuahua y obviamente en toda la República. Con esta guerra, la gente no quería inmiscuirse en situaciones de narcotráfico porque sabían que la muerte era el único precio que iban a pagar. Aquí (en Nuevo Casas Grandes) hubo secuestros y posteriores ejecuciones de alrededor de 15 personas, por lo regular jóvenes que no eran pertenecientes a una clase social alta, ni eran comerciantes, no era gente de la cual se pudiera obtener una ganancia económica por su rescate, era más bien gente que estaba siendo secuestrada por una leva, para los campos de cosecha de estupefacientes de la sierra de Chihuahua, colindante con Sonora y Sinaloa.
Me llevaron a un cerro y sentado en la arena me golpearon con un fuete de los que se usan para alebrestar a los caballos, como no había señal de celular, tenían que bajar a otro lugar y ahí recibir instrucciones.
—Tienes que pegarle, que le salga sangre, quieren ver la sangre.
Golpes, golpes y más golpes. Luego las fotografías. Pero no salía sangre, yo mismo les di la idea de mojar arena, ponérmela en la espalda y entonces sí pegarme hasta sangrar. Morirse es fácil, les digo, nada más se va la luz. Me pusieron un torniquete.
—Esto es para que sepas lo que se siente morir asfixiado.
Y hasta el momento en el que me desmayé me lo quitaron. Me desconecté absolutamente. Para mí eso hubiera sido la muerte, no sentir nada. No me mataron, no sé por qué. No me explico aún por qué no me mataron o quién dio la orden de que no me mataran. Dentro de mí, se los juro, no sentía miedo. Lo que sentía era mucho coraje, mucha impotencia. Estar solo con esta gente es difícil porque uno no se puede defender, no puede hacer nada, lo único en lo que pensaba era en mi hijo menor, en cómo le iba a hacer para vivir después de que su padre se fuera.
—Bueno, gordo, te damos otra chinga, ¿no?, y te largas ya.
Empecé a documentar los casos de secuestro de principios de agosto de 2015, hasta el 17 de septiembre que publiqué el 15. El 19 de septiembre ocurrió el número 16. Mi secuestro”.
Es Luis Cardona, periodista desplazado por el narco y el Estado, quien hoy, instalado en la confidencia, pero sintomático, comparte por primera vez, ante un medio impreso mexicano, el antes y después de su aterradora experiencia, porque al igual que sus compañeros desplazados, exiliados y censurados, él lo tiene bien claro:
“El silencio no es una opción”.
Para iniciar la charla se le pregunta a Luis Cardona si su gusto por el periodismo viene de familia.
“No, yo fui el primero, un hijo mío trabaja también en esto, es muy aparte su trayectoria, yo prefiero tener una distancia sobre su carrera y la mía, porque los problemas son míos, no de él… y cada quien tiene una historia diferente; la mía, pues aquí la tienes”.
Originario de Ciudad Juárez, Luis Cardona inició formalmente en la prensa escrita en El Diario de Juárez, en enero de 1976, a los 16 años de edad, cuando un ‘periodista de la vieja guardia’ y maestro de su preparatoria, Ricardo de la Fuente, notó su talento en la redacción de ensayos y el periódico de la escuela. Lo llevó a conocer el rotativo. Allí se relacionó con Luis Ochoa Minjares, subdirector de El Diario, a Elías Montañez y Vicente Jaime, quienes fueron punta de lanza de un periodismo innovador.
“Empecé escribiendo editoriales. Al principio no me pagaban, después me daban 300 pesos por trabajo”, recuerda Cardona.
Su sección editorial se llamaba Reflexiones de un reportero. Su primer escrito lo tituló “Tutankamón”.
Comenta que su interés y ganas de prepararse lo motivaron a matricularse en la Universidad Autónoma de Chihuahua. En esa época ya colaboraba en el extinto periódico El Fronterizo y El Mexicano.
Atravesó por todas las fuentes, desde economía, asistenciales, policiaca y hasta espectáculos.
“Fui de los primeros, sino es que el primero, que empezó a cubrir conciertos de rock en El Paso y Las Cruces (Nuevo México)”, refiere.
Cuenta que él pagaba su propio boleto para entrar a los eventos, hasta que el dueño de El Diario de Juárez, Osvaldo Rodríguez Borunda ordenó que la empresa sufragara ese gasto y que Cardona se identificara como periodista en un país en el que, para el mundo del espectáculo, la prensa mexicana pasaba desapercibida.
“Al principio fue difícil”, rememora, “me metía casi a la fuerza, hablaba muy poco inglés y tuve algunos problemas con los representantes de los artistas, pero finalmente me fueron conociendo y ya entraba con los reporteros americanos. Nos íbamos a pie, dos, tres horas antes para llegar a El Coliseo o al Civic Center”.
Fue así, como de 1978 a 1983 cubrió importantes conciertos del género rock, pop y disco, como aquel día en el que Gloria Gaynor prendió a los fronterizos con su “I Will Survive”.
“Eran tiempos de bonanza para el periodismo fronterizo”, insiste emocionado.
Al salir de El Diario de Juárez por diferencias con los directivos, en 1983 Luis Cardona buscó otros aires como freelance en Tamaulipas, Coahuila, Sonora y otros estados del norte del país haciendo reportajes, hasta que regresó a esta frontera en 1993.
Le dieron la oportunidad de trabajar en el Canal 44, “El canal de las noticias”, donde encontró apoyo y, “curiosamente”, una de las facetas de libertad de expresión más fuertes.
En la televisora local le apostó a un periodismo diferente, fresco, dinámico, un tanto polémico, pues nunca le atrajo ser un “reportero de escritorio”, de traje y corbata, confinado a las entrevistas formales y motivó a sus compañeros a seguir su ejemplo, a salir a la calle a desgastarse las suelas de los zapatos, para darle voz a la ciudadanía, haciendo notas de trascendencia, dándole un enfoque a la fuente policiaca más social, más humano.
Así fue como el Canal 44 empezó a distinguirse, transmitiendo al final de su noticiero un reportaje de Luis Cardona.
Recuerda dos de ellos: El primero lo hizo para evidenciar el problema de los baches. “Yo siempre he sido muy robusto, entonces había un bache tan grande que hasta cabía yo. Para hacer un stand up me metí en él con todo mi cuerpo y le dije al camarógrafo que hiciera una toma abierta y la fuera cerrando. Cuando salgo del bache digo: bueno, esto ya es demasiado. Para entonces, “Teto” (Héctor Murguía), que estaba en la Canacintra (Cámara Nacional de la Industria de la Transformación) celebró mi trabajo. Me dijo ‘es un gran reportaje, evidencia los baches en Juárez’, un problema que ni él mismo pudo solucionar como Presidente Municipal por partida doble”.
El segundo fue en contra de la construcción del muro que, ya desde entonces, el gobierno norteamericano planeaba edificar.
“En esa ocasión me crucé el Río Bravo nadando. Hicimos un reportaje con cuatro cámaras. En ese tiempo los agentes de la border patrol (Patrulla Fronteriza), cuando veían cámaras de televisión se retiraban del lugar. Los indocumentados pasaban a bordo de unas llantas con maderas encima, como en el Río Suchiate en Chiapas”. Al atravesar el río, describe, la emoción de los indocumentados se desbordó tras ver cómo iba desapareciendo a lo lejos la Patrulla Fronteriza de la zona limítrofe entre México y el vecino país.
“Fue como decirle a Estados Unidos: con muro o sin muro de todas formas cruzamos la frontera. Cuando llegué al otro lado y terminé de hacer mi stand up se me quedaron viendo mis compañeros, les dije: vámonos corriendo por los traques”. Irónicamente, este trabajo recibió el reconocimiento del Cabildo de El Paso.
“Eran cosas que te motivaban a seguir en esto”, considera el entrevistado y asesta:
“El periodismo es un trabajo en el que te diviertes haciendo de la cuestión social una información y volverla trascendente para que sea noticia”.
Con el tiempo, Luis Cardona emprendió una cruzada contra los malos gobiernos y el narcotráfico que mantenía a una población azorada, bajo el yugo de la impunidad. Para entonces ya había pasado por el Canal 44, donde también fungió como subdirector de noticias y escribía para algunos medios impresos que se interesaban en sus investigaciones.
“Hubo un reportaje que hice en Nuevo Casas Grandes, sobre cómo pasaban los autos chuecos (no legalizados) por la aduana de Janos, saqué fotos y todo. Escribía notas fuertísimas sobre narcotráfico, llegué a hacer hasta un mapa de las bandas desde Agua Prieta hasta Tijuana y cómo iban cambiando constantemente”, refiere el periodista.
Pero pronto, al cumplir 52 años de vida se cansó de hacer investigaciones “que poco servían al México de hoy, un país, cuyo sistema está podrido. Empecé a darme contra la pared. Decía: no es posible, nuestro trabajo de qué sirve; malpagado, peligroso…”.
Luis Cardona decide retirarse del gremio. Guarda su grabadora y se va a radicar a una población que prometía armonía y seguridad para su familia: Nuevo Casas Grandes, Chihuahua.
Pero no pasó mucho tiempo cuando empezó a conocer la situación; habitantes que estaban siendo secuestrados por una leva, para los campos de cosecha de estupefacientes de la sierra de Chihuahua, colindante con Sonora y Sinaloa.
“Y digo, ‘en la torre’, yo no me puedo quedar callado”… Como todos los demás.
“En Nuevo Casas Grandes toda la gente se conoce y todo mundo decía: oye, mataron a uno ayer, por aquí, y nadie dijo nada, ni las estaciones de radio, ni el periódico, nadie… qué estará pasando”.
Los periodistas acudían a solicitar información a la Policía y su postura era la misma. Había un mutis generalizado.
El primer paso fue proponerle al director del periódico El Mexicano, Rafael Navarro, vender su producto en NCG con una perspectiva más local y con publicidad. La respuesta fue positiva y el periódico bien recibido por los neocasagrandenses.
“Entonces empiezo a documentar esta situación, de vox pópuli, evitando nombres, platicando con mis jefes, diciéndoles cómo estaba la realidad allá afuera y, aun cuando ellos me decían que podía pasarme algo malo, que ya todo mundo estaba previendo broncas, yo les decía: no pasa que me den unas cachetadas”.
Empero, cuando Luis Cardona empieza a publicar los hechos, inician las presiones.
“Primero contra los voceadores, teníamos 27 y nos dejaron a cuatro; dos viejitas que vendían pan, un señor que estaba enfermo de sus piernas y otro con problemas mentales. Al final, de vender 800, 900 periódicos diarios llegamos a vender como 120, 200”.
¿Por qué relacionas la baja de las ventas del periódico con tus publicaciones? “Porque cuando me golpearon y torturaron ellos decían que el problema era que la información que yo estaba ventilando llegaba hasta México”.
[Y es que, El Mexicano, por pertenecer a la Organización Editorial Mexicana, la OEM, a través de El Sol de México, en su sección República, Nuevo Casas Grandes figuraba constantemente con la temática de secuestros y narcotráfico investigada por Luis Cardona].
“Fue realmente lo que a ellos les molestó”, vuelve a la carga el entrevistado. “Me decían que mis reportajes involucraban al Ejército”.
…Pero es algo que sucede en toda la República, no es privativo de NCG, se le aborda. “Pero mientras el periodista ataque intereses económicos la encomienda será esa: callarlo, amenazarlo y matarlo para, de alguna forma, frenar esa línea. El por qué no van tras los jefes de nosotros, tras las empresas, es porque es más fácil matarte a ti que al dueño de un periódico, quien muchas veces está coludido con el gobierno para que le dé más publicidad o le brinde canonjías de otro tipo” y refiere:
“Como periodista te conviertes en moneda de cambio. El secuestro número 16 fue el mío, es más la impotencia y el coraje que el miedo, la impotencia al no poder defenderte, y no sólo por ese momento que estás pasando, sino por toda la impunidad que ocurre en México, la falta de garantías de este gobierno a sus ciudadanos. El coraje brinca cuando te secuestran frente a tanta gente y nadie sabe nada de ti, que nada pase, es increíble eso y no soy el único, hay cientos, todo eso cruza por tu mente, eso es lo que vives en ese momento…”.
¿Por qué a ti, por qué en NCG? “Por ser una ciudad más pequeña, uno es más identificable. A parte, según ellos, ya me andaban siguiendo, porque cuando me encañonaron y me ordenaron subirme a la cherokee verde me dijeron: ‘oye, te nos habías escapado cabrón, no te encontrábamos’. Sabían todo de mí, no hubo amenaza previa; llegaron y vámonos. Al principio pensé que era un operativo, pero ya cuando me subieron a la cherokee empecé a despedirme de la vida”.
Sin embargo, volviendo al recuerdo de su secuestro, dice que logró tener empatía con uno de sus raptores, por lo que la golpiza ya no fue tan severa.
¿En tanto ellos te torturaban, sentiste algún tipo de arrepentimiento? “Yo nunca me he arrepentido de nada. De nada… y lo volvería a hacer, pero no en esas circunstancias, tendría que haber pensado más en cómo hacerle para no haber caído en manos de esta gente, porque todo lo puedes prever, todo”.
Luis Cardona hace una pausa a su relato, toma aire y aclara:
“No es algo de lo que yo me pueda vanagloriar o que sea un trofeo para mí, no. Mira Gustavo, esto es algo que nunca debió sucederme. Si tú no tomas las medidas de seguridad necesarias siempre van a caer en ti problemas”.
Hoy en día Luis Cardona considera que su secuestro dejó de ser noticia: “Aunque no ha sido fácil, hoy la noticia ya no es el secuestro o los golpes que me propinaron, la noticia es que así como estoy yo, todos los otros compañeros seguimos trabajando”.
A sus 56 años de edad, él es parte de un grupo de 143 periodistas latinoamericanos que reciben becas de CONNECTAS HUB, encargada de financiarlos para seguir ejerciendo el periodismo dentro y fuera del país. De hecho, comenta, este organismo patrocinó trabajos periodísticos como “La casa blanca de Peña Nieto” y los “Panamá Papers”.
“Como decimos nosotros, el silencio no es una opción. Afortunadamente puedo estar yo ahí entre ellos, porque mi trabajo, mis características, me permiten entrar a este tipo de becas. No somos ricos, no tenemos carro, viajamos en avión de segunda, conseguimos habitaciones, casas, sustento. Yo no tengo ni un cinco, todo lo que gano lo maladministrohaciendo reportajes, viajando, tratando de ver a mi familia de vez en cuando”.
¿Cómo vive un periodista desplazado? “Nos reunimos, hablamos cada tercer día, no le pedimos nada a las Organizaciones de la Sociedad Civil (antes Organizaciones No Gubernamentales, ONG’S), tampoco al p… gobierno de m…, nosotros seguimos, no nos van a parar”. ¿De qué platican? “Tratamos de deshacernos ya de nuestros problemas psicológicos, que son muy fuertes para los que van llegando, nos conseguimos terapias y ayuda entre nosotros. Te repito, decidimos no seguir siendo plato de las Organizaciones de la Sociedad Civil, porque para ellas nada más somos una estadística; entre más casos presenten, más recursos bajan de organismos internacionales. Las Organizaciones de la Sociedad Civil te brindan ayuda de emergencia, pero ninguna te da la opción de seguir en el periodismo; pareciera que tienen un pacto con el Estado, con el gobierno, para frenarnos o censurarnos, incluso más que los propios medios de comunicación”.
Por tal motivo, agrega, los periodistas desplazados en México optaron por aceptar la protección del Estado por medio del Mecanismo de Protección a Derechohumanistas y Periodistas, dependiente de la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación (SEGOB).
“Porque nadie más que el Estado lo puede hacer, de hecho no existe una protección, al cien por ciento, que nos asegure la vida o estar libres de secuestros… y no creo que se dé nunca. Pero sí, desde adentro estamos luchando para lograr el respeto a nuestros derechos”.
Luis Cardona insiste en que lo que más le afecta a un periodista desplazado es el desempleo: “El hecho de que nadie te quiera emplear porque eres un periodista incómodo”.
Situación que también repercute en la vida social del periodista desplazado.
“Porque dejas a la familia, amigos, uno se retira para que no les pase nada, porque las amenazas sobre mí recaen también sobre mi familia, es algo difícil de manejar. No sabes quién es un espía, te vuelves paranoico, no puedes salir a la calle porque estás viendo en todos halcones (soplones del narcotráfico), es increíble. Para eso necesitas mucha ayuda psicológica que, afortunadamente, en mi caso la tuve y los compañeros que van llegando la tienen, pero en un principio era muy difícil”.
Platica que el primer compañero que llegó a pedir ayuda al mecanismo de protección a periodistas no le fue nada bien.
“Vivió con su familia en las estaciones del metro, sin un organismo que le tendiera la mano. Se metió a Articulo 19, lo ayudaron, pero no a seguir siendo periodista, sino a comprarse un sonido para trabajar en supermercados. Lo exhibieron de una manera grosera. Es algo que yo no le perdono nunca a Darío Ramírez (ex director de Artículo 19). Recuerdo que escribieron una nota sobre el colega diciendo: ‘Soy payaso y periodista…’ ¡Que falta de respeto de este tipo hacia un compañero agredido!”.
[Artículo 19 es una organización independiente de Derechos Humanos que trabaja alrededor del mundo para proteger y promover el derecho a la libertad de expresión].
El escribano también critica a periodistas que han publicado libros y se han hecho fama relatando la vida del desplazado en México, oficiando conferencias en la ONU y llorando mientras hacen dinero: “Muchas gracias, pero a nosotros no nos llega ni madre de eso, estamos hartos de esas pendejadas, de que nos tomen como conejillos de indias para disque investigaciones. Yo he tenido serios enfrentamientos con ese tipo de compañeros (as) que se aprovechan de esta situación porque jamás la han vivido, jamás han sabido lo que es tener un torniquete en el cuello o que les quemen los testículos. Se aprovechan de eso y de su fama relativa para poder acceder a recursos de becas, organismos, salir del país, estudiar en Harvard. Nosotros no queremos ese tipo de vida. La noticia, te repito, es que seguimos adelante”, y considera: “En el periodismo no hay héroes, hay gente que trabaja y eso es lo que queremos nosotros, seguir trabajando”.
¿Qué tan fuerte es tu pasión por el periodismo? “Es que para mí el periodismo no se trata de pasión, sino de convicción, de vocación. Si a ti te gusta realmente esto lo vas a hacer a plenitud, de lo contrario te vas a convertir en un muñeco, en una piltrafa, en un chayotero, en un tipo deshonesto contigo mismo. Eso fue en lo que a mí me ayudó el secuestro, a conocerme realmente como periodista, a mí mismo”. Y remata:
“Yo quiero seguir vivo para seguir mi camino como periodista”.
¿Ha cambiado tu forma de trabajar, como freelance? “Definitivamente”, contesta.
La nueva forma de hacer reportajes es en grupos.
“Ya no puedes ser lobo solitario. Y me refiero al reportero de investigación. “Hoy en día existen nuevas estrategias, hemos logrado hacer protocolos de seguridad; observar el panorama, saber a qué te estás enfrentando y qué intereses puedes mover con tu reportaje”.
Otro dato es que, como un grupo de desplazados, sólo se trabaja entre periodistas, sin jefes de información o de redacción. Ni dueños ni empresarios.
“Porque como empleados no nos dejan de otra más que la censura. Cuando eres freelance y te unes de esta forma te das cuenta de que el periodismo tiene otro sentido y, eso, poco a poco va permeando en el interior de la República. Estamos haciendo redes de periodistas, tratando de no nada más atacar esto de las agresiones, sino trabajar y comunicar con las nuevas formas de hacer periodismo; periodismo de datos, la narrativa, todo tiene que ir mejorando. Te digo, yo tengo 56 años y sigo estudiando. Donde estoy me toca la oportunidad de rozarme con reporteros muy buenos, con corresponsales extranjeros que de repente te dicen que eres muy bueno porque saliste en un cortometraje, porque te volviste famoso”.
¿…Y, sí? “No. Nadie quiere ser famoso de esa forma, quieres ser famoso por lo que escribes”. ¿Cómo percibes al periodista de provincia? “Como el más atacado por todos los frentes”. Y cita un ejemplo: “El periodista del D.F. (Distrito Federal) no sabe lo que es reportear en lugares pequeños. Cuando mataron a Gregorio allá en Coatzacoalcos Veracruz decían ¿cómo es posible que ande en una motocicleta tomando fotos?, pues es que también era fotógrafo de bodas y quinceañeras. Ahí tienes también a Moisés Sánchez (otro reportero asesinado en Veracruz), que además de reportero era taxista. Lamentablemente, como en estos casos, cuando matan a un compañero el gobierno luego, luego, sobaja su perfil diciendo que era taxista. O parquero. O fotógrafo de fiestas…”.
Y refiere: “El periodista del D.F., ya cuando sale a campo abierto, a ciudades pequeñas, se da cuenta de la situación tan grave, tan compleja… Cómo vas a lidiar en una guerra, por ejemplo, en Juárez, sin que te suceda nada, donde la única forma de reportear es con un bajo perfil, inventándote las formas de llegar sin que nadie sepa que eres periodista hasta que consigues la información y puedes fiarte de las fuentes”.
Y agrega que una de las variables esenciales de la democracia es la información.
“El gobierno, de cualquier color, siempre estará en contra de la información que le genere problemas y, ante ello, el Estado debe protegernos como a todos los ciudadanos, para eso existen las leyes, la Constitución. Esta guerra de Calderón nos llevó a la chingada a muchos periodistas, abrió una veta de violencia, de narcotráfico y dejamos de lado la situación económica del país; tú vas ahora a Honduras y es un territorio de pandillas, El Salvador igual, ese es el camino por donde va México y es cuando te tienes que replantear: ¿De qué ha servido lo que has hecho como periodista…? O te has mantenido nada más sentado, escuchando y esperando a que algún político te aviente unos pesos. ¿Dónde está tu compromiso?, ¿de qué lado estás o te pones?… ¿de la responsabilidad como periodista por vocación o de la riqueza y del dinero malhabido con la deshonestidad?”.
¿Luis, hacia dónde va el periodismo en México? “Ahorita hay una ola en el país, estamos logrando hacer estas redes trasnacionales de periodistas. Estamos luchando por reconstruirnos, por volver a lo esencial, que es el reportaje de investigación. Para eso estamos descubriendo nuevas formas de hacerlo y llevarlo a cabo; tienes que irte capacitando desde que sales de la universidad, como el empírico tiene que hacerlo, porque si dejas de prepararte lo único que vas a conseguir es convertirte en un periodista mediocre, boletinero. Pero si realmente trabajas el periodismo como te lo dicta tu corazón, tu vocación, te vas a dar cuenta de lo divertido que es esto, créemelo. A pesar de la chinga que me pusieron, yo sigo creyendo en el periodismo y ahora con más fuerza, porque ahora siento el apoyo de muchos más compañeros”.
¿Aún te es divertido hacer periodismo? “Claro, muy divertido”.
¿Qué has tenido que sacrificar por tu carrera? “Pues es que no hay sacrificios. Creo que ahora estoy viviendo plenamente mi vida de periodista. Estoy divorciado, tengo a mis hijos tratando de recuperarlos. Sí, puse en riesgo a mi familia, de ahí vinieron muchos problemas, pero también agradezco que exista un botón de pánico que nos brinda una seguridad más allá de lo que yo pensaba, no te puedo platicar exactamente de qué se trata esto, pero una situación paralela a mí, dentro de la misma familia, se solucionó con un botón de pánico”.
Hay algo que quisieras decirle a los gobiernos, aprovechando esta tribuna… “Que ch… a su m… (Ríe). Y mira, no es que sea político, sino que mi misma profesión no me permite hacerle ojitos a ningún partido político, por acá donde estoy me dicen: ‘no, pues eres chairo’… porque traes el pelo largo y te dejas crecer la barba y eres más de izquierda que de derecha. No se trata de eso. La objetividad no está reñida con la realidad”.
¿Qué harías si volvieras a ser secuestrado, dejarías el periodismo? “Yo creo que si me vuelven a secuestrar esta vez sí me matan. ¿Por qué?, porque saben que si me dejan vivo voy a volver a mentar la madre y voy a seguir trabajando. Esto no es un juego, si no es un juego para ellos, para mí tampoco. No soy un intelectual, no aspiro a ser un literato o escritor de libros, soy un simple reportero. Que tengo miedo, sí. El otro día me contactó un pendejo que quiso amenazarme, no es que no tenga temor a tus amenazas, le dije, lo que te digo es que no le tengo miedo a la muerte”.
¿ Cómo quisieras ser recordado? “No pretendo ser héroe, ni paladín, ni un maestro para nadie. Me basta con que mis hijos vayan a mi funeral. La verdad no aspiro a tanto reconocimiento. A lo que aspiro es a seguir haciendo mi trabajo dando mi mejor esfuerzo.Te repito,no me arrepiento de nada. Ya lloré lo que tenía que llorar, ya estoy en otra fase del duelo, ya mi mente está tranquila. La noticia hoy es que los desplazados no estamos sumidos en la depresión ni sentimos miedo, seguimos trabajando, no nos van a frenar. Hay que retomar la vida”.
[Entre los años 2010 y 2015, fueron asesinados más de 55 periodistas en México, de acuerdo a cifras oficiales de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH. En 2016, en este país han terminado con la vida de seis periodistas y Veracruz se perfila como el estado en el que más se han ensañado con los comunicadores: 18 bajas de 2010 al cierre de esta edición]
El texto, al principio de esta entrevista es, en su totalidad, una transcripción del cortometraje documental animado “Soy el número 16”, dirigido por Rafael Pineda «Rapé» y Leopoldo Hernández y cuyo narrador es Luis Cardona. Asimismo, las imágenes que aparecen en este trabajo fueron capturadas de “Soy el número 16, con la anuencia de Rafael Pineda “Rapé”.