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Magia negra a la mexicana

Así habla, piensa y siente una bruja negra. Buscamos a Lukcero Aghakan hasta su centro de operaciones, el Mercado Sonora en la Ciudad de México.

Así habla, piensa y siente una bruja negra 

CIUDAD DE MÉXICO. –

De pronto los olores a fruta y verdura fresca, los tacos de cabeza, de suadero y quesadillas de huitlacoche se transformaron en un fuerte aroma a veladoras quemadas, esencias extrañas e incienso de mirra y copal. Los gritos de “pásele marchantita, aquí está lo que busca” pasaron a ser murmullos de “vente mi amiga aquí te pactamos con Satanás, con la Santa Muerte; hacemos amarres, limpias de panteón, salaciones, entierros; curo y mando enfermedades”. Algunos de los llamados –apáticos ante la densa muchedumbre– se hacían acompañar de pasos, risas, de un grito inesperado, sobresaltos o gemidos, producto de alguna “limpia” ejercida casi en público.

Es el sincretismo del Mercado Sonora, conocido desde su fundación –hace más de 50 años en la colonia Merced Balbuena– como el “Mercado de los brujos o Mercado de los animales”, cuyo interior está constituido por la promoción de la santería, herbolaria y venta de “artículos místicos”, un concepto acuñado para disfrazar la comercialización y fomento del ocultismo, la magia o brujería negra y elementos para tales fines.

Justo en la fila número 6, local 1, está el inframundo de la nigromancia, el negocio de Lukcero Aghakan, quien pone a sus órdenes a todo su bufete de brujas y brujos. 

“Aquí nací, vivo y es donde espero ser enterrada”, apunta. Firme en sus convicciones, en su estado más puro y sin intermediarios, amurallada de imágenes de demonios, cuadros sugestivos, túnicas, altares, collares, infusiones, amuletos e inciensos, la mujer accede a ser entrevistada por este medio. Cuenta que está cumpliendo 54 años al servicio de amas de casa, jornaleros, estudiantes, profesionistas, políticos “y lo que sea”, con la intención de saciar hasta el más mínimo de sus reparos.

De mirada profunda, de rasgos faciales muy remarcados, de ceja pintada y pestañas enrimeladas confiesa sin pudor: “practico la magia negra y venero a mi ‘cuernudo’, a la Santa Muerte y a Jesús Malverde ‘el santo de los narcos, pero también de los nacos’, desde que tengo uso de razón”. Su más grande motivo: “me salvaron de morir virgen”.

“Pactar con ellos no significa que te vuelvas malo. Dentro de la magia blanca hay parámetros que te enseñan lo negro; ya si tú te induces por eso, lo haces”, explica.

De su hermandad con Luzbel justifica que fue por salud, ya que desde niña sufría brotes de fiebre constantes, al filo de la expiración, sin que los doctores le diagnosticaran padecimiento alguno.

“Antes existían los verdaderos pactos; no significaba tomarte cierta cantidad de sangre de animales muertos, eso te enferma. Mi padre sabía como hacerlo por medio de energías, así que me llevó a su tierra, a Veracruz, para pactarme con el Diablo, fue como mi bautizo. Desde entonces, él vive conmigo”. Opina que se debe pactar con Satanás y a su vez con la Santa Muerte, ya que van de la mano “como ciertas energías en el inframundo. Él es el malo y ella te protege. Son como Jesucristo y la Virgen María. Siempre digo: ‘que su manto divino cuide a mi familia de todos mis enemigos’, de algún brujazo”.

“Energías alternativas”. Aghakan considera que Dios nos salvaguarda “de casi todo” a excepción de la brujería. “De eso se encarga la Santa Muerte. Yo siento que Diosito ya está muy ocupado, así que ahora vamos a molestarla a ella. A eso le llamo optar por energías alternativas”.

Reprueba que los mexicanos piensen que adorar a la Santa Muerte es matar a alguien o por creer en el número 13 te vuelves una persona negativa, frívola y de malos sentimientos.

“No tengo tanto grado en la masonería, pero estoy en sueños. La masonería te explica el grado 13 y la Santa Muerte. ¿Acaso los masones somos malos?, el 13 los gringos se lo robaron a todo el mundo y lo han explotado”, ataja. “La brujería mexicana es fuerte y para entender su magia hay que saber de las 13 cuevas con los aztecas, previo a ser invadidos por la cubanía”.

Entrada en su faena, se le pregunta para qué viene a verla la gente, a lo que responde que dentro de la brujería negra sus clientes buscan, entre otras cosas, desunir parejas o, lo más común, para blindarse ante cualquier hechizo.

“Que todas las brujerías que les manden sus enemigos se les revierta. Primero tengo que hacer una consulta, después vienen unos secretos muy nuestros”. 

¿Y Qué tipos de trabajos negros le pide la gente?, se le vuelve a abordar. “Por decirte algo sencillo, cuando van a salir del colegio o a entrar a alguna facultad y están interesados en que sean aceptados vienen por veladoras, a que se les haga una limpia”.

Pero hay veces en que las energías se equivocan. Dentro de sus relatos, la bruja va más allá.

“Otro ejemplo: los amantes o esposos me piden que se muera la suegra, el suegro; a veces por problemas o por dinero, para cobrar una herencia”. 

Asimismo, afirma que el poder político está muy inmiscuido en esta práctica, aunque omite los nombres de sus sectarios. “Ellos, en su mayoría practican la religión Yoruba, son babalawos, son santeros, o sea, ellos no nada más se pelean políticamente hablando, sino a través de las energías, de lo espiritual, y ese es un secreto a voces”.

Tierra de panteón. En la actualidad, los elementos que utilizan los brujos que practican la magia negra o que pactan con el Diablo siguen siendo los mismos que le dieron sentido a esta práctica, pero coinciden en que entre lo más difícil destaca la tierra de panteón.

“Ya no les pido huesos humanos porque eso es profanar, pero sí les pido la grasa de un muerto”.

¿Esa cómo la obtienen? “No sé, en esto hay muchos secretos”, insiste. “Nosotros se la pedimos a las personas y ellas tiene que conseguirla, sabrán como”.

Indica que, para hacerse de la tierra de un cementerio, antes de cualquier intento, el interesado le tiene que preguntar a las ánimas. 

“No nada más es ir a agarrarla, tienes que saber si esa tierra se puede ir contigo porque te puede cargar la mala energía”, sentencia. Y se mofa: “Aquí (en el Mercado Sonora) te venden tierra de todas las tierras; de las cárceles, empacada. Es ridículo, es como seguir clases por Internet, imagínate. Por eso me da risa que también te ofrezcan tierra de reclusorios embotellada”.

Contrario a lo que se piensa, de lo más complicado también está la ropa de la víctima. “La gente no debe regalar su ropa, aunque sea un calzón agujerado o viejito; mejor métele tijera en forma de cruz, equis o véndela, aunque sea en un peso; si la vas a donar, que sea en un lugar lejos de casa”.

La razón es que con ello pueden hacer mucho daño, “tu humor va con esas prendas y si tu eres buena onda, inteligente, de dinero, se te empieza a acabar todo”.

Por otra parte, señala que lo más parecido a nuestro cuerpo humano es el cerdo, por lo que regularmente les pide a sus seguidores adquirir órganos de este mamífero para trabajar a su presa.

Hechizos de muerte. “Si tú lo deseas, es lo que tenemos que trabajar”, bajo ese concepto la bruja Lukcero se convierte en una “sicaria espiritual”. 

“Si tú no quieres negro, pero te digo que se puede enfermar o le puede pasar algo más grave a tu enamorado o enemigo nos vamos a lo blanco, a lo mas light. Siempre un trabajo negro va a traer consecuencias”.

¿Con sus “trabajos” usted ha logrado que se muera alguien? Sí, repara. ¿Y siente remordimientos? No, anota sin remordimientos, y a sangre fría justifica: “es que no fui yo la que pidió que le cayera el mal a ese ser, que se enfermara o muriera. Al final de cuentas nosotros no le estamos mandando esa maldición a un conocido o familiar, sino a alguien que no conocemos. De hecho, esa entidad a veces no mata a quien tú quisieras, pero si es por envidia cuidado, es bajo tu responsabilidad porque se puede revertir”.

En cuestiones de amor, cuando un amarre se hace a través de la brujería blanca no se revierte, pero tienen que pasar 21 días para saber si la persona que deseas a tu lado va a ser tuya o no. Sin embargo, en la magia negra se está reteniendo a alguien a fuerza, se tiene en cuestión de brujería, de mandar una entidad, de dominarlo a través de energías nocturnas.

Lo anterior es producto de movimientos entre entes perdidos en dimensiones. “Las energías que mandas, si tú no las sabes dominar, al final no le hacen daño a tu víctima, sino a ti”.

Siguiendo con el tema del amor, Lukcero Aghakan describe que hay otro tipo de brujería para atraer pareja: la del brebaje conocido como el toloache, lo cual descalifica de tajo.

¿Acaso tú vas a estar con alguien que se le acaben las neuronas por consumir tanto toloache o que termines cambiándole el pañal?, si quieres un amor así, sin una relación sexual, eso es estar mal”. Para esto, lo que recomienda es hacer conciencia, mandar a ese amor imposible lejos, enfermarlo o aniquilarlo.

“Pero no lo toques porque finalmente es un bumerán”. Y subraya: “por eso yo siempre digo: cuidado con lo que comes, con lo que bebes y en donde lo metes (tener sexo), porque por todos los hoyos te entra la brujería. Cuando hay una relación nosotros sabemos por donde mandar una energía negativa para que el hombre o mujer se imposibilite”.

Repentinamente, al seguir con el tema de la regresión (minuto 26.47) la conversación es interrumpida no por un grito, sino por un alarido, al cual no se le halló explicación inmediata, pero que después fue atribuido a una limpia que se hacía en ese momento en un local adyacente.

“En la regresión ya entra el hipnotismo, eso es más científico, cuando yo lo recomiendo es porque te puedes llegar a curar. Yo no lo manejo, se utilizan alucinógenos. En ese aspecto yo sí los mando a Oaxaca, al Honguito, a buscar a los sobrinos de María Sabina. John Lennon fumaba mota y peyote, iba precisamente a Oaxaca, Paul McCartney también”.

Volviendo a las regresiones, menciona que cuando se pacta con un muerto primero se hace una misa espiritual en la que intervienen 13 brujos; se mete en trance al interesado y se invoca a las energías. “Pero ojo. Porque tal como se hace con la ouija, puede irrumpir un ser maligno, por eso cuando se sale del transe hay que cuidar que no se quede ese espíritu porque te vuelves loco”.

Pura charlatanería. Lukcero Aghakan afirma que antiguamente todo lo que emergía de la brujería era producto de costumbres muy mexicanas, pero que hoy día figuran una gran cantidad de charlatanes y prácticas ajenas a este país.

Sin temor a ser escuchada por sus compañeros, algunos de sus contrarios –ella los llama envidiosos– sentencia: “yo hablo muy fuerte, digo, voy a molestar a alguien, pero aquí se han hecho brujos porque han sido empleados, patrones o porque rentan un local”. “Nos gusta imitar. Hay quienes practican todo esto sin conocer su verdadera esencia. Ahorita vas a Catemaco (Veracruz) y ya no hay brujos, ya todos practican la mal llamada Santería, hay jóvenes, niños”.

Insiste en que esto último es el reflejo de lo que hoy se pretende con el resurgimiento de la cubanía, es decir, sustituir la brujería mexicana. “Empieza a infiltrarse la religión Yoruba. Ahorita por aquí has visto collares y la mayoría anda de blanco”.

“Pero hay que tener cuidado, primero hay que conocer, documentarse, porque todos tienen sus reglas y normas, tanto lo bueno como lo malo; los elementos te dejan hacer ciertas cosas, pero no debes rebasarlos. Cuando eso pasa ya tienes un poder muy grande, muy loco, y empiezas a hacer tonterías, por eso yo nunca me he permitido tener tanto poder”.

¿A qué le llama poder? “Yo siento que el poder es saber manipular, es lo que le faltó a Osama Bin Laden y que no supo, contrario a Hitler que era envidioso, sabía que los judíos podían hacer más, eran pensantes, recios, trabajadores”. ¿Y cómo pudo hacerles tanto daño? “Manipuló a sus seguidores, se rodeó de puras mentes enfermas”.

Ciudad de vivos y muertos; el diagnóstico. Para culminar la charla, se le pide a la creyente un diagnóstico del estado de Chihuahua, particularmente de Ciudad Juárez, en relación a la estela de muertes que dejó la denominada Guerra Contra el Narcotráfico.

“Allá nadie se ha atrevido a ir a dejar unas frutas o flores para que esas entidades, como sea que hayan muerto –y me estremezco de sólo pensar–, para que esas energías o almas puedan atravesar el limbo”. Atribuye que los juarenses conviven a diario con esos entes; manifestaciones que se dan a través de suspiros, escalofríos o sobresaltos. 

“Lo importante es que esas almas asciendan o desciendan, pero no deben estar aquí, ellos piensan que nosotros somos los muertos y ellos los vivos, y así están errando por toda la urbe”.

A manera de remedio, considera que se debe ejercer una “limpia energética”. ¿A qué se refiere? “A la unión de unas cinco religiones, organismos y/o fundaciones”. Su tarea sería dividirse para hacer ceremonias y tirar en abundancia fruta. 

“Todo finalmente se muele y se convierte en el verdadero polvo de la humanidad”, además de quemar sándalo, inciensos de lágrima, mirra y copal. Todo eso es parte de la magia para cuidar la humanidad. Juárez tienen que despertar porque al rato la rescata Estados Unidos”.

Aunque respeta la libre creencia, la bruja Lukcero Aghakan incita a creer o por lo menos a buscar protección ante cualquier brujazo.

El conocimiento que acaba de compartir, advierte, no se basa en lo empírico o herencia de sus ancestros, ya que asegura estar documentada sobre las religiones, brujería, lo paranormal y las energías que mueven a todo ser humano, lo que la hicieron una mujer de respeto en el Mercado Sonora, donde es conocida como “La dama que domina los secretos de las ciencias ocultas y del más allá”. “Soy politeísta, alguna vez intenté ser católica apostólica y romana. Actualmente, dentro de mi politeísmo sigo la religión hindú; aquí en el Distrito (hoy Ciudad de México) hay una fusión, nos respetamos y son bienvenidos los musulmanes. No nos agredimos. No porque leas el Corán vas a ser terrorista, no porque seas devoto a Krishna vas a hacer una guerra de sal. Tienes que buscar algo más, tienes que darles una oportunidad a las energías alternativas”.