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Un pueblo en venta

Producto de una guerra entre cárteles que cayó como bomba, el Puerto Palomas de Villa que hoy conocemos refleja los vestigios de una ciudad marchita, que mantiene al gobierno local en una lucha entre poderes y a una comunidad desesperada, inmersa en las garras del desempleo y sedienta de una mejor calidad de vida.

[2009 / PUERTO PALOMAS DE VILLA, Chihuahua, México / Revista NET]

Puerto Palomas de Villa, Chihuahua.- 

Producto de una guerra entre cárteles que cayó como bomba, el Puerto Palomas de Villa que hoy conocemos refleja los vestigios de una ciudad marchita, que mantiene al gobierno local en una lucha entre poderes y a una comunidad desesperada, inmersa en las garras del desempleo y sedienta de una mejor calidad de vida.

Situaciones que encaminaron al pueblo a la deriva, que incluso lo llevaron a perder terreno en materia de tráfico de humanos “son muchas”, cuentan los que se quedaron:

Está la historia del hombre que logró escapar hasta territorio norteamericano con dos víctimas mortales y un lesionado a bordo de su auto. Está la del pepenador que se encontró un cadáver en el basurero municipal mientras buscaba su sustento. Está la del “levantón” masivo (de 14 personas) que sembró el terror entre los lugareños. O la de cuatro personas que murieron calcinadas en el rancho “Los Lamentos”. O la que llevó a todos los policías del poblado a renunciar a su cargo. O la única maquila que cerró. O las 13 osamentas recuperadas en fosas clandestinas.

Todo de 2007 a la fecha en esta sección municipal del Ayuntamiento de Ascensión que limita con Columbus Nuevo México, que antes contaba con alrededor de 12 mil 500 habitantes y que ahora palidece con 8 mil 500.

En el umbral de la psicosis

Era marzo de 2008 y los eventos de primavera y natalicio de Benito Juárez se vieron opacados por la noticia que adornaba las primeras planas de los diarios: “Toda la corporación de la Policía Preventiva de Puerto Palomas de Villa renunció a causa del clima de violencia que se vive en la región”.

El temor era latente entre los pobladores que vierion a su propio presidente seccional, Estanislao García Santelis, convertirse en policía.

Y es que, las ejecuciones (que varias veces colapsaron la morgue de Ciudad Juárez) motivaron a que 12 uniformados presentaran su renuncia y que su jefe, el comandante Javier Emilio Pérez Ortega solicitara asilo a las autoridades norteamericanas, argumentando que temía por su vida, por supuestas amenazas.

Para entonces, las comandancias de Puerto Palomas, Ascensión, Janos, Buenaventura, Flores Magón e Ignacio Zaragoza fueron cerradas con candados y prácticamente abandonadas, por lo que todos los agentes operaban desde Nuevo Casas Grandes.

Después de la hecatombe

Es junio de 2009. El poblado está desierto y sus calles principales nos reciben con altares en memoria de sus muertos y se aprecian señalamientos viales con impactos de bala.

En el centro de la ciudad, un artesano ofrece sus ídolos de barro. 

“Ya no tengo la estatuilla de Jesús Malverde jefesito, no la manejamos desde que dejó de venderse, antes nos surtían veladoras, medallas, collares y hasta cuadros del santo patrono de los narcos”, nos dice el sexagenario que atiende su viejo local móvil.

Mientras que en la tienda de la esquina, el propietario accede a ser entrevistado “siempre y cuando no se publique mi nombre”, solicitud común entre los lugareños que temen por supuestas represalias.

“Aquí ya no queda casi nadie”, advierte “ellos (los narcotraficantes) terminaron con los que tenían que acabar y se fueron, ahora están en Juárez, en Nuevo Casas Grandes. Aquí también hay robos a tiendas, a domicilios pero ya no es como antes. La guerra aquí ya terminó. Ahora estamos enfrentando los efectos colaterales”.

Uno de ellos, “definitivamente el más crítico” es la crisis por el desempleo, desestima el hombre, pues considera que “para que el pueblo vuelva a producir se necesita trabajar”.

“No hay fábricas y la única que había (se refiere a Aamsa, que ocupaba a 220 empleados) se nos fue por la violencia. Aquí antes la mayoría se dedicaba al narcotráfico y a pasar mojados. Al terminarse todo esto, es decir (…) la guerra entre cárteles, el sector se vino abajo”, agrega el tendero.

Ante la ausencia de turistas nacionales y extranjeros ahuyentados por los remanentes de la delincuencia organizada, la poca inversión del sector privado y la indiferencia de los tres niveles de gobierno, los negocios de esta frontera agonizan ante la espera de una ayuda oficial que aliente las actividades económicas.

La Recaudadora de Rentas del municipio de Ascensión (municipio del cual depende Puerto Palomas) Nieves Aurora Maloff Arbola, coincide en que Puerto Palomas está a punto de desaparecer, producto de la carencia de empleos y el turismo que se vio afectado por la inseguridad, las medidas antiinmigrantes, la exigencia de pasaportes a los norteamericanos y la reciente paranoia desatada por la alerta sanitaria de la influenza.

Indica que la economía en el municipio ha mostrado una tendencia tan baja, que de 12 mil habitantes que había antes, actualmente habitan “si mucho la mitad” y por ende no hay recaudación.

Estanislao García

Se dice que los conflictos, o esta “guerra entre poderes” de la que nos habla el abarrotero se originó a finales de noviembre de 2008, cuando el Cabildo de Ascensión cumplía dos meses de haberle cancelado el presupuesto al seccional Palomas, en un hecho sin precedentes atribuido a diferencias partidistas que desató un paro de labores entre policías y empleados municipales de Palomas y que repercutió en los habitantes al quedar sin servicios y seguridad pública.

“Toda esta situación fue porque argumentaban que el dinero que nos daban era para que se hiciera alguna obra, no para la nómina; algo que el código municipal establece que está obligado a pagar al personal que trabaja en sus secciones”, anota Estanislao García Santelis, presidente seccional de Puerto Palomas de Villa.

Ante esa situación, el funcionario encabezó un plantón en las afueras de la Presidencia Municipal de Ascensión que terminó en zafarrancho.

“Nosotros no pedíamos aumentos o algo que fuera injusto, simplemente el pago de nuestras labores”.

Para diciembre pasado, el conflicto entre las presidencias de Ascensión y su seccional Palomas ya se había salido de control como parte de una negociación fallida, precedida por acusaciones mutuas de agresiones, por lo que ésta primera emitió un comunicado para establecer que “se negoció con el presidente seccional de Puerto Palomas”, pero que “no se llegó a ningún acuerdo”, toda vez que “éste se negó a aceptar los términos ofrecidos”.

Al respecto, García Santelis aclara: “En su momento fueron apoyados por el cabildo, pero al llegar a oídos del Gobierno Estatal, hasta el Congreso, le dijeron a este hombre (edil de Ascensión: Rafael Camarillo Rentería) que no podía hacer eso”.

“Creo que desde ese momento nos vieron diferente. No nada más el municipio, quien finalmente se acató a la ley, sino el mismo estado. Con eso salimos a la luz por tanta injusticia que se ha dado. No tenemos una fuente de trabajo y la única maquiladora se fue, no por la violencia, sino por la recesión económica mundial”, acusa Estanislao García.

Los que deambulan en un pueblo fantasma

Ante la falta de congruencia política, los habitantes se dicen incapacitados para recurrir a las instancias gubernamentales a exigir sus derechos.

“Estamos en una ciudad sin ley, no podemos recurrir a nadie porque entre ellos mismos se pelean”, suelta un vecino del sector.

Y agrega: “Muchos prefirieron volver a su lugar de origen como Sinaloa, Durango, Oaxaca o Guerrero, abandonando sus propias viviendas, negocios y su patrimonio”.

Basta dar un recorrido por las calles de Puerto Palomas de Villa, antes denominado Rodrigo M. Quevedo, para darse cuenta de ello. 

De algunos hoteles, restaurantes y viviendas destaca la clásica leyenda en rojo “Se Vende” o “For Sale” (en inglés) incluso, hay algunas que no corrieron con la misma suerte. Son aquellas propiedades que sufrieron el duro abandono, luciendo severamente destrozadas, incendiadas, atiborradas de basura o que se convirtieron en el clásico “nido de malandros”.

“Los pocos negocios que siguen operando se mantienen vacíos, a punto de la quiebra”, expresa el dueño del Hotel Karina Fierro, ubicado en la entrada principal de Palomas.

“Este es un pueblo que podría ponerse en venta. Le aseguro que si alguien lo comprara no estaríamos así de fregados. La mayoría de los que quedan aquí son mujeres solteras, niños y adultos mayores que viven en pobreza extrema”.

Por su parte, otro comerciante refiere que aquellos que persisten en esta “tierra en abandono” son los que poseen un negocio para subsistir.

Un cálculo lo hace suponer que alrededor de un 40 por ciento de las propiedades privadas que hay en Puerto Palomas quedaron en desuso.

Noel Diuren Flores González, secretario del seccional, deduce que la mayoría que desertó era residente norteamericano que en su tiempo radicaba aquí “porque la vida es mucho más barata que en su propio país”.

“La carencia es una realidad que no podemos ocultar. El problema se ha ido agudizando a tal grado que ahorita los habitantes tienen que echar mano de todo lo que sea: si tienen una lavadora, estufa, pues la venden”, vuelve a la carga el presidente seccional del poblado.

“Aquí, la fuente mayor de empleo es una tortillería que se llama “Doña María” que les da empleo a 22 personas, la demás personas están en La Victoria (un poblado cercano) en las escarbas, se los llevan dos camiones en la mañana y por la tarde los regresan”, refiere Estanislao García Santelis.

Durante nuestro recorrido nos encontramos con un vendedor de licores más optimista.

“No todo es tan malo como parece. Los habitantes ya no hablamos de inseguridad. Eso quedó atrás, es más, ya empieza a revivir el turismo, los jóvenes encuentran mayor libertad en las cantinas del poblado que en Columbus o en El Paso, Texas, también ya empiezan a venir con el dentista, con el médico y a surtirse de medicamentos porque aquí son más baratos. Ese flujo de dinero, que llega de los gringos es lo que nos hace fuertes”.

Sin embargo, otro minorista no parece estar muy convencido: “Mi negocio ya no es el mismo, aquí se tiene una venta diaria menor al 50 por ciento, comparado con unos ocho meses atrás. Si vendía 5 mil pesos al día ahora sólo vendo 2 mil o 2 mil 500”, añade el inconforme, quien además trabaja en la distribución de alimentos procesados para completar el gasto familiar.

“Lo que nos ha afectado últimamente ya no es la delincuencia, sino que a los gabachos ya les piden pasaporte y también lo de la influenza que nomás nos amoló a todos”, agrega al tiempo en el que se limpia el sudor de la frente con un pañuelo.

¿Y cuál es su nombre?, le pregunta este escribano. “No se lo puedo dar”, contesta el tendero. “Y déjeme le enseño por qué”. 

En eso libera un celular de su bolsillo.

“Venga para acá. Mire, lea lo que dice aquí, esto me lo acaban de mandar apenas ayer, es lo que le pasó a un amigo en Juárez”. El mensaje de texto reza lo siguiente: “El camión no ha salido unos golpes amarrado descalzo corriendo por el cerro todo espinado con los toritos”.

“Esto es lo que le pasó a un amigo que logró escapar de sus secuestradores. Por eso todo el mundo tiene miedo a hablar”, concluye.

El negocio que empacó maletas

Sin importar que cada año mueren más de medio millar de indocumentados mexicanos en su intento por ingresar a Estados Unidos de forma ilegal, el narcotráfico, al igual que el tráfico de humanos representó para esta región fronteriza una importante derrama económica y operaba con parámetros similares, ya que a pesar de que las bandas y sus jefes eran conocidos por algunos pobladores y autoridades, nadie los delataba porque, según ellos, no representaban un peligro a menos que surgieran desacuerdos entre ellos.

“Son gente de aquí, pero no le hacen mal a nadie, ellos se dedican a lo suyo y ya”, declara Joaquín Martínez, anterior secretario seccional de Puerto Palomas de Villa, al referirse a los “polleros” que prácticamente controlaban la economía del poblado, situado a 150 kilómetros al oeste de Ciudad Juárez.

No obstante, ese “motor económico” terminó de súbito, incluso ya no hay casas de asistencia para aspirantes a indocumentados, “porque simplemente ya no hay a quién cruzar pal’ otro lado”.

Diana Morales, coordinadora del Centro de Derechos Humanos de la Casa del Migrante en esta ciudad, anota que un gran número de indocumentados que esgrimía por las vías del Valle de Juárez y Palomas era utilizado por el narcotráfico para internar droga al vecino país. Sostiene que tres de cada 10 inmigrantes que cruza hacia Estados Unidos bajo la guía de un “pollero”, “son comúnmente usados por el narcotráfico para trasladar droga”.

Al igual que este “fructífero negocio del pollero”, El Colegio de la Frontera Norte (Colef), estima que la crisis financiera que atraviesa Norteamérica causó que la inmigración de mexicanos indocumentados también cayera hasta en un 40 por ciento.

Cuestionado en relación a que Puerto Palomas de Villa era hasta hace unos meses el terreno idóneo para emplear a narcotraficantes y “pasamojados”, el edil de Puerto Palomas responde: “La gente que venía de fuera veía la oportunidad, tenía la visión de que iban a buscar de qué forma meter gente, o droga. Con eso, la gente que aquí tenía un restaurante veía la forma de vender más comida y los que tenían un abarrote o tienda de ropa, hoteles, casas de renta querían aprovechar ese flujo de gente. Ese era el mercado que indirectamente, a toda la población, le tocaba. Ahora que no hay nada también les toca, pero sufrir por lo que nosotros nunca vimos, por lo que el gobierno nunca previó: tener una economía en el aire”.

Renace la esperanza

Después de la psicosis causada por el terrorismo del narcotráfico y la deliberada renuncia de seis de los ocho agentes preventivos, que se agudizó en marzo de 2008, un nutrido grupo de policías estatales y elementos del Ejército Mexicano empezó a patrullar el pueblo fronterizo, situación que en la actualidad los moradores “aplauden” pues, aunque ahora se encuentren desempleados y “a la buena de dios”, parece que “la inseguridad es cosa del pasado”.

“El mismo gobierno tiene que darse cuenta que se necesitan hacer unas bases sólidas, que su economía de las poblaciones fronterizas sea diferente. Que no sólo guíen su mirada a ciudades como Juárez, que se den cuenta que aquí también vive gente, que somos humanos, que comemos y tenemos necesidades. No pedimos que se nos dé algo regalado, sino empleo, tenemos manos y sabemos trabajarlas”, pide el presidente seccional de Puerto Palomas de Villa.

Considera necesario que el Gobierno Federal construya en el poblado una aduana, que la impulse, que dé trabajos y le quiete un poco de flujo a Ciudad Juárez y Santa Teresa. “Esa sería una solución a nuestro problema de vida, que hoy por hoy es la falta de empleo. Imagínese, con esto se reactivaría el comercio, la gente pasaría por aquí para hacer sus trámites, aquí comería, se hospedaría”.

Cuestionado en relación a su cargo y un mensaje para su gente, el funcionario expone: “Ha sido una administración muy pesada (entró el 13 de noviembre de 2007), pero la satisfacción es que hice lo que pude con lo que me dieron, tampoco puedo hacer milagros con lo que no se tuvo”.

Un mensaje hacia el Gobernador del Estado José Reyes Baeza Terrazas: “Esta es una súplica: varias veces que hemos querido hablar con él le suplicamos que ponga atención a este pueblo, que también es parte del estado que gobierna y así como él da servicios a grandes ciudades, que no se olvide que también las pequeñas ciudades tienen grandes necesidades, que no nos deje. Que antes de que salga haga algo para esta comunidad que a él se debe, porque gracias a comunidades como esta, que votó por él, ahí está, queremos una obra que genere empleos, ha trabajado bastante, ha tenido buen tino, lo que queremos es que sepa que Palomas sobrevive, pero con una necesidad enorme”.

Un mensaje a las autoridades de Ascensión: “Hay que recordarles que los tiempos de elección ya se acabaron, que los colores partidistas ya quedaron atrás, que la función de nosotros es de empleados que tenemos una obligación con nuestros pueblos, hay que decirles que sabemos cumplir, sin importar si somos azul, rojo, blanco. Que es un pueblo con necesidades y que hay que cubrirlas”.

Para el turismo…

“Que vengan, que no tengan miedo, que lo malo ya pasó. Soy muy creyente en Dios. Él dijo: necesitamos que lo malo desaparezca, que lo bueno vendrá. Creo que lo malo ya se acabó y estamos esperando que lo bueno venga. Que esto no es lo que el gobierno de Estados Unidos dice de Palomas, que es un pueblo peligroso y que hay influenza. Nada de eso”, concluye.