273 Views

¿Trabajamos o repetimos patrones?

Cuando el empleado deja de ser un humano, para convertirse en una máquina. Un análisis desde el campo de la sociología.

¿Le gusta su trabajo? ¿Siente usted pasión por lo que hace? ¿Qué lo motiva salir a laborar? ¿Alguna vez se ha hecho estas preguntas?

Para el sociólogo Gabriel Valerio, la mayoría de las personas laboralmente activas en este país no están acostumbradas a trabajar en base a resultados, sino a cubrir un tiempo, dentro de una empresa.

Menciona que por lo menos aquí en Juárez estamos habituados a una maquiladora, donde el trabajador se sienta ocho horas y repite el mismo patrón durante ese tiempo, se retira y al día siguiente hace lo mismo. 

“Él cree que eso es trabajar pero no, eso es repetir patrones. La cosa es que también lo llevamos a la conducta. Todos nosotros empezamos con poca carga porque no estamos capacitados, y como estamos tan acostumbrados a repetir patrones, seguimos creyendo que con esa poca carga vamos a mantener el trabajo”.

¿A qué se refiere el profesionista? A que si usted, desde un principio le asigna pocas tareas a su empleado, éste va asumir que esa será –por siempre– su cuota regular.

“Y van a pasar dos años y va a decir: pues con esas dos cosas tengo”. Lo que es preocupante, recalca el sociólogo, es que hay personas con esa manera de pensar, a quienes ya no se les puede exigir más, por lo que llega la frustración del que busca innovar.

“Hay frustración, conflicto y empieza el choque de personalidades; roces en el trabajo que se deben evitar. Por principio de cuentas, el que se frustra, que es el que tiene un ritmo mayor de trabajo, tiene que comprender que no todos son iguales. Y el que está en su zona de confort tiene que saber que necesita hacer más, no para darle gusto al que va adelante, sino porque se puede quedar sin trabajo”. 

¿Quién pierde? “Desafortunadamente el que se frustra es el que regularmente pierde. Sí. Porque es minoría”. 

Y esto ocurre no solamente en Ciudad Juárez, donde la maquiladora se ha hecho parte de la cultura de los fronterizos, sino en todo el país.

Gabriel Valerio cita algunos factores: La televisión, las telenovelas y los malos profesores.

“Vemos en las telenovelas que la mujer pobre se encuentra a un hombre rico, se enamora, se casa y sale de pobre, le están diciendo: no trabajes. Vemos que la ‘afortunada’ tiene un hermano malandro cuyo novio rico lo ayuda, lo hace gerente de una empresa millonaria, le está diciendo: sigue siendo malandro, espera tu oportunidad. Luego, a los papás les están diciendo: no importa lo que hagas, te vas a morir pobre, pero tu hija ya se casó con un rico”.

Todas las telenovelas, dice el profesionista, por lo menos del canal más visto en México, son del mismo corte y hablan exactamente de lo mismo.

“De manera que si tú haces un estudio de las telenovelas, a partir de 1982 y a la fecha, te darás cuenta que es la misma historia con diferentes personas, nombres y escenarios. Están dando el mismo patrón de conducta. Ves programas como el de ‘La Rosa de Guadalupe’ y es lo mismo: sigue con tu vida mediocre, al fin y al cabo la virgen te va a salvar. Falso. A la virgen no le interesa una persona mediocre, porque para que una divinidad pueda observarte, tienes que estar echándole ganas”.

Pero el sociólogo va más allá. Subraya que desde el preescolar empiezan a rechazar a las minorías.  

“Desde que empiezas en la escuela te dicen lo que tienes que hacer: Hagan 10 planas de la A, de la E. Usted no va aprender más que los demás porque está con el grupo, usted se aguanta y se queda en la zona de confort como todos los demás. Si quiere aprender más, váyase de esta escuela”. 

Desde ahí las minorías son expulsadas; son esos niños ‘rebeldes’, hiperactivos, índigos, autistas. 

El pronóstico suele ser bastante desalentador: “Las minorías son realmente las que pierden”, insiste Gabriel Valerio. “Son las que terminan huyendo, las que deciden empezar de nuevo, las que terminan en la fila de los desempleados o, en contra parte, las que casi siempre terminan haciendo su propia empresa o su propio grupo, que van juntos por la vida…”.

Por lo que recomienda actuar: Si tú ves el problema, es tu responsabilidad resolverlo porque el otro no lo verá como un obstáculo. 

¿Cuáles son los pasos?

Las mayorías tienen psicologías afines, se hacen amigos, crean  grupos, partidos políticos… 

Así que, si no puedes con el enemigo, ¿únetele? Una salida es disfrazarse de vulnerable. Un “no puedo con la situación, necesito que me comprendas” no está demás. También es válido proponerle al empleado “revoltoso” que cambie los papeles, que por un día, incluso por una semana o quincena asuma el trabajo de su superior.

Un gran error es que siempre damos por hecho que los demás conocen nuestro trabajo.

“Tristemente, a la mayoría nos enseñan a pensar que tenemos que esperar a alguien que nos diga lo que tenemos que hacer, y hasta con manzanas”, desestima el profesionista. 

Y lo que es peor, cuando el empleado le dice a su jefe: No me digas algo que ya sé que tengo que hacer. Pero que no lo hace por iniciativa propia. 

“Es cuando la mediocridad se vuelve vanidosa”.

Hay gente que no puede funcionar con un límite de tiempo, se siente presionada y mejor renuncia a sus responsabilidades. Aquí, un ejemplo: Digamos que si un producto tiene que ser terminado para el día 25 del mes, mínimo se tiene que solicitar para el 20. “El empleado piensa: Bueno, el 19 empiezo a trabajar. Llegado el día, busca de dónde o cómo sacar el pendiente. El 20 acepta que se retrasó y pide una extensión de tiempo. El 23 entrega un trabajo mediocre, mal hecho, muchas veces para que se lo rechacen, para molestarse y terminar de tajo con el clásico: Si no te gustó, hazlo tú”.

…Cualquier similitud con la realidad es mera coincidencia.

Malo es cuando la cabeza del supervisor (por citar un ejemplo de jerarquía) piensa similar.

“La parte superior de esa jefatura no le permite deshacerse de esos miembros, porque también está acostumbrado a ese sistema, al sistema ‘viva México’, el de: Si entregamos tarde da igual”. 

Cuando llega un extranjero y se topa con nuestro sistema empieza a “cortar cabezas”, convirtiéndose en el demonio, malvado, perverso, el explotador, el esclavizador. De ahí el rencor que el mexicano siente por el norteamericano.

“Cruzando el puente (para ir a Estados Unidos) están acostumbrados a resultados, a que todo fluya, porque nuestro sistema no es más instintivo, es torpe, es blando”.

¿Y los que no? “Ya se globalizaron, ya están adoptando esas formas de trabajo en base a resultados, a lluvias de ideas, a mantener el buen ambiente de trabajo. “Lo ideal sería dejar ese sistema, el “viva México”, pero dejarlo completo, si usted siente que ya no cabe, pues váyase”, sea fiel a sus ideales y no se contamine. El éxito depende de las personas con las que te rodeas, pues las minorías también están para echarse la mano. “Uno tiene que tener claro qué es lo que quiere. Y Eso es lo principal”.