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“Ni santas ni putas, sólo mujeres”

Lema que distingue al único asilo de trabajadoras sexuales de México, en Tepito.

REVISTA NET/EDICIÓN 59/OCTUBRE DE 2012

CIUDAD DE MÉXICO. – 

Operación vergüenza. Consuelito se consagró en complacer sexualmente a los hombres. En el sigilo, la mujer practicó “la profesión más antigua del mundo”, ocultándole a sus hijos sus hábitos mientras los amparaba y daba estudios. Un día, ya desvalida, buscó a uno de ellos, le pidió asilo, pero pasado el tiempo, tras una plática trivial con un tercero se enteró del “penoso” pasado de su progenitora, por lo que enfrascado en coraje, el joven la echó de su hogar, no sin antes a manera de castigo cortarle el cabello –que lucía hasta las caderas– casi a rape. Humillada, a pesar de su edad, Consuelito volvió a su vocación, a las peligrosas arterias de la capital del país, hasta que un día murió de SIDA, a los 93 años de edad, en el acantilado mundo de la soledad.

Con la plena tristeza de ver a sus homólogas entre penurias; durmiendo en las banquetas, arropadas con cartones, plásticos y periódicos; en parques o terminales de autobuses en la Merced, en la Loreto; de decidir si rentar un cuartucho o comer con el dinero que ganaron, producto de brindar placer a bajo costo, Carmen Muñoz alzó la voz: “Ni santas ni putas, sólo mujeres”. 

“Soy hija, hermana, madre, sobrina, prima, amiga. Soy esposa, amante y estudiante, una niña al mismo tiempo que adulta. Muy segura, pero miedosa y asustada, y también emocionada. Soy amorosa y protectora. Penosa, y muy amistosa. Y sonrío si ya no puedo. Sueño y vivo mis sueños, y soy yo. Todo y nada, vivo con VIH y estoy cansada. Creo en la pasión, pero más en el amor. Soy incomprendida y soy despreciada, pero amo y soy amada. Y escucho, pero igual necesito ser escuchada”.

Nace Mujeres Xochiquetzal en Lucha por su Dignidad A.C. 

En aras de terminar con este flagelo, a inicios de 2005, Carmen Muñoz, respaldada por las periodistas y escritoras Elena Poniatowska, Jesusa Rodríguez y Martha Llamas se reunió con el entonces Jefe de Gobierno del Distrito Federal Andrés Manuel López Obrador para plantearle la situación que para entonces era letra muerta: el de las mujeres trabajadoras sexuales de la tercera edad que deambulaban en la gran metrópoli, donde el vandalismo cunde, enclave de pandillas.

No transcurrió mucho tiempo para que sus reclamos fueran atendidos, así que parte de la solución fue dar en comodato un edificio histórico, antes el Museo de la Fama, para proteger a estas mujeres, dándoles un techo y una vida digna. 

A finales de 2007 este espacio, para algunos etiquetado como “el único asilo de trabajadoras sexuales” –posiblemente, el único en su género en el mundo– se denominó Casa Xochiquetzal y operó con el apoyo del Desarrollo Integral de la Familia (DIF local), el Instituto de las Mujeres de la Secretaría de Desarrollo Social y la Asociación Civil Semillas, hasta que en 2009 pasó a ser lo que hoy se erige como Mujeres Xochiquetzal en Lucha por su Dignidad A.C., un espacio que con el tiempo se ha plagado de historias; unas tristes, otras alegres, “pero todas de éxito” enfatiza su actual directora Jessica Vargas.

La dulce Canelita. Como todas, hasta llegar aquí era trabajadora sexual  pero ahora, a sus 70 años se dedica al comercio informal, vende golosinas. Hace 10 años un cliente empezó a cortejarla hasta su esquina, “no le fallaba”; después la invitó a vivir con él, se casaron y le puso casa. Lamentablemente, su enamorado perdió la vida y Canelita regresó a la calle, a vender placer.

La Cenicienta de Tepito. Érase una vez una cortesana que a los 73 años de edad conoció a un caballero de 39, con el que inició una relación llena de romance. Fue como el cuento de la Cenicienta, pero en vez de que la historia se desarrollara en un Castillo se desarrolló en las calles de Tepito. “Estuvo un tiempo con él, luego se separaron, dejó de ejercer, regresó y se volvió a encontrar con este buen samaritano. La trata muy bien, le rentó departamento y se lo amuebló, viven su idilio muy bonito”.

Por relatos como los arriba expuestos, la joven al frente de Mujeres Xochiquetzal insiste: “aquí todos son casos de éxito, son sobrevivientes, son luchadoras y han pasado por una serie de cosas que ni te imaginas”. 

Ejercer en la gran urbe. Dentro del difícil ejercicio de “la profesión más antigua del mundo”, por lo menos aquí en el Distrito Federal es enfrentarse a “verdaderos locos”. A una de las habitantes de este recinto le enterraron un fierro, perdió el ojo; a otra le dieron un balazo, perdió el movimiento de una mano.

Se da también el caso de las “mujeres de importación” o víctimas de Trata, originarias de diversos puntos de la República obligadas a desempeñar el comercio sexual y a cometer delitos famélicos. En Xochiquetzal hay femeninas procedentes de Colima, Puebla, Oaxaca, Veracruz y Guerrero; algunas de ellas indígenas que en la gran urbe probaron el sabor amargo de la mala vida.

“Precisamente, parte de la Trata es cortejarlas, casarse y tener un hijo de su explotador para después, bajo amenazas, obligarlas a sacar la cuota, de lo contrario las golpean a ellas o a sus niños”, reprueba Jessica Vargas.

A lo anterior se le suma la necesidad. En la capital del país hay mucho ambulantaje; no hay todavía oportunidades para el mal llamado “sexo débil”, lamentan expertos en el ramo. 

“Por ejemplo, si llega una mujer del estado de Oaxaca, sin estudios, y que a lo mejor habla su lengua madre, es poco frecuente que se les de la oportunidad o un buen salario para cubrir sus necesidades y las de sus familias”, agrega la también periodista.

Otro producto de rechazo es que, como toda la vida se dedicaron a prostituirse, cargan con el estigma de una sociedad que se jacta cruel e indiferente. Eso repercute en sus redes sociales y familiares. La mayoría, como el caso de Consuelito, lidian con el latigazo del desprecio.

Es por ello que, para ingresar a éste “el único asilo para trabajadoras sexuales en México”, es requisito primordial que tengan arriba de 55 años, que carezcan de parentela y sustento.

¿Cómo es un día en Mujeres Xochiquetzal? “Es difícil”, contesta Jessica Vargas. “La convivencia entre ellas resulta otro factor”. En la actualidad, aquí son atendidas 16 mujeres.

La encargada afirma que hoy por hoy llegan a pelearse por las mismas tonterías “como lo harían dos hermanas”, aunque confiesa que las riñas eran más frecuentes al inicio de su llegada debido a sus actitudes aún muy remarcadas, propias de la calle, donde cultivan un carácter de rudeza, apáticas, desconfiadas, hurañas. Y es que, “al llegar aquí tienen la idea de que van a seguir luchando entre ellas”. Pero desde 2010 esos conflictos han ido menguando. “Ahora se ‘mientan la madre’, se dicen ‘bruja’, pero ya no llegan a ese extremo de tensión y altanería”. Incluso, las que son lesbianas o bisexuales han sabido convivir. 

Indica que para evitar las agresiones se ha estado trabajando en dar atención integral, lo cual implica, además de tener un cuarto donde vivir y sus tres alimentos diarios: atención médica, sicológica y actividades recreativas culturales y ocupacionales.

Menciona que a pesar de que cuatro de ellas ejercen todavía la prostitución, no se les exige dinero para el soporte del albergue, pues si llegan a levantar a uno o dos clientes se ganan, si mucho, unos 80 pesos semanales. Por lo tanto, su manera de contribuir es muy sencilla. Cada una recibe una tarea que ejecuta al día; un rol de actividades que va desde cocinar o limpiar la casa. 

Cuando la muerte acecha. A días de su llegada, en julio de 2008, Jessica Vargas presenció el primer fallecimiento “uno de los momentos más deprimentes”, y sombríos, recuerda con melancolía. “Cuando entré se suscitó el caso de Delia –vivía justo en el cuarto de arriba. El que es ahora de Norma y Celia”. La mujer, entonces de 68 años, un domingo por la madrugada empezó con vómito y diarrea “nada grave”, pero entre las 03:00 y 04:00 horas que salió del sanitario ya no alcanzó a reincorporarse en su lecho. Su cuerpo quedó entre la cama y el piso. Sus compañeras de habitación dieron aviso a la portera y a la entonces directora, quien empezó a gestionar el trámite. Vinieron peritos, le hicieron la autopsia, una semana después entregaron el cuerpo y se realizó el funeral. Fue víctima de un paro cardíaco; el miércoles tendría cita con el cardiólogo.

A los pocos días Consuelito perdió la batalla contra el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, SIDA. “Fue un trayecto largo y pesado. Por la depresión de lo que le hicieron sus hijos empezó a decaer, todo se le juntó y al final sucumbió”.

Este año, en abril pereció Rebeca a los 70 años de edad, también en soledad. Quienes la conocieron narran que sus hijas, luego de enterarse de que en sus años mozos se dedicó “a la vida galante” a fin de darles sustento y hasta estudios profesionales, la echaron de casa. “No tenemos y no tuvimos madre”, fue el último recuerdo que en vida le dejaron sus hijas y que se llevó a la tumba.

Un recinto de cuidados que agoniza. Pese a que en un inicio se recibió ayuda del gobierno capitalino, hoy palidece ante los embates del desamparo de las autoridades. Tan precaria está la situación, que Mujeres Xochiquetzal podría cerrar en breve.

“Ellas saben que estamos pasándola mal, pero no para que se extinga este servicio”, refiere su directora. Y Como muestra, basta un botón. Al tiempo de la entrevista, ni la portera que labora de lunes a viernes, tampoco la de los fines de semana o la cocinera –que son las que administran el espacio–, recibían un peso de su salario.

Actualmente, sus benefactores son aquellos que llegan con papel higiénico, jabón y otros artículos de uso personal. También el Desarrollo Integral de la Familia (DIF local) aporta con alimentos no perecederos, pero que requieren de gas para su cocción; elemento que se acaba con frecuencia.

La salud, otro dilema. En torno a este otro servicio, las mujeres acuden a citas regulares a la clínica Condesa, donde se les otorgan medicamentos a través del Seguro Popular. A su vez, llegan a Xochiquetzal jornadas de vacunación, tomas de VIH, papanicolaou y mastografías. En tanto, las que requieren de especialidad o por situaciones propias de la edad son canalizadas a otros hospitales. Cabe mencionar que aquí ya se han registrado tres casos de VIH. Consuelito falleció, pero Ana y Conchita padecen el virus. Cuando los nosocomios no cuentan con sus medicinas, el gasto corre por parte del asilo. A esto se le agregan los insumos de traslados y pago de una trabajadora social. En síntesis, para sufragar este orfanato se requieren por lo menos 40 mil pesos mensuales, escribe Jessica Vargas.

Dosis de ilusión. 

Cada año, como Organización Civil se proponen proyectos al gobierno local (aún de Marcelo Ebrard), quien, en su momento financió esta casa con asistencia social. Pero este 2012 no pudieron acceder al plan de conversión, por lo que se encuentran en números rojos. “Estamos prácticamente en la bancarrota”, claman sus trabajadores. Al infortunio se le abonó la jornada electoral y el cambio de dirección de este organismo.

No obstante, además de organizar kermeses y uno que otro evento de temporada para recaudar fondos, recientemente se dio el acercamiento con las impulsoras de Mujeres Xochiquetzal: Elena Poniatowska, Jesusa Rodríguez y Martha Llamas, a quienes a través de sus trincheras se les solicitó ayuda. “Se les planteó la situación y estamos organizando un foro sobre Trabajo sexual y la tercera edad en el que ya confirmaron su participación. Tenemos planeado que (el encuentro) se de este mes o en noviembre aquí, en el Distrito Federal”.

“Así que no todo está terminado. Hay esperanza”, dice positiva la directora del albergue.

“Es feo decir que esto podría apagarse, pero tanto como ellas, como nosotras como personal operativo y con la fe y sensibilidad de los donantes de allá afuera, esto podría resucitar”.

Las ollas empiezan a sonar. “Es hora de comer”, grita la cocinera mientras las mujeres de la Flor Hermosa (Xochiquetzal) se preparan para recibir el alimento diario. Pero antes de probar un buen arroz acompañado de frijoles y tortillas recién hechas, dan gracias a Dios por tener, “aunque sea por este día” un bocado digno para compartir con su familia, una familia que se dio por adopción y por a azares del destino.

Mujeres Xochiquetzal en Lucha por su Dignidad A.C. está localizado en Torres Quintero #14, colonia Morelos, en la Delegación Venustiano Carranza. Si usted desea colaborar con esta noble causa, comuníquese al teléfono (55) 2616-4968, con Jessica Vargas, para obtener el número de cuenta.

Aunque no existe una estadística exacta, de acuerdo a la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina (CATWLAC, por sus siglas en inglés) hay en México 500 mil personas que se dedican a la prostitución. 

El 90% de ellos son mujeres y niñas

El 80 % no son de DF y fueron llevadas expresamente para vender su cuerpo

El 75 % de ellas empezaron a prostituirse a los 12 años

El 99 % de ellas son explotadas por proxenetas

El 78 % de ellas son analfabetas 

NOTA. – Las fotografías (y su descripción), fueron publicadas con la anuencia de las autoridades de Mujeres Xochiquetzal y son de la autoría de Claudia López, Venedict Terrus y Gustavo Cabullo Madrid.