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Objetivo Marco: un atentado a la superación y al progreso

Llamaron a su puerta, él abrió y lo arremetieron a balazos. Hoy, este estudiante de Derecho sufre los estragos de un ataque aún inexplicable.

Este 20 de enero se cumplieron dos años de que Marco, un alumno de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, músico, cantautor e idealista sobreviviera a un feroz ataque a balazos, producto de una confusión, desde el umbral de su puerta, en uno de los sectores más conflictivos de Ciudad Juárez. Los agresores están libres, pero este joven de 21 años quedó preso del dolor físico y mental, de los medicamentos, las deudas y las tortuosas e imparables transfusiones de sangre que lo mantienen “Cautivo en insanidad”, como tituló su más reciente canción y que refleja su estado de ánimo actual. En este medio nos pareció humano abrir esa ventana de su historia, no con el afán de revictimizarlo, sino para hacer visible este atentado al progreso, a la evolución, a esos sueños de juventud, con el único deseo de engranar, comprender y transmitir el mensaje de un desafortunado suceso, vestigio de la delincuencia que impera en esta frontera y que forma parte de la estadística que nadie ve.

CIUDAD JUÁREZ, CHIH., MX–

Era sábado en la tarde, el primer fin de semana, después del inicio de actividades académicas en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, lo que mantenía ocupado a Marco Antonio, estudiante de la Licenciatura en Economía, en el Instituto de Ciencias Sociales y Administración, ICSA, de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, UACJ.

Hacía frío, lo que le daba un toque de nostalgia al ambiente, inspirador, el ingrediente perfecto para cualquier escritor y para un joven que gusta de escribir canciones.

“Todos estuvimos muy callados, casi no hubo convivencia, yo estuve todo el tiempo pegado en la computadora, en la barra de la cocina, con los audífonos puestos”. 

Sus padres, Julio y Haydee salieron de casa mientras que Marco y sus hermanos, la pequeña Katherine y Julio Jr., el mayor, permanecieron desde temprano bajo techo. 

Pronto, les cayó la noche y el plan estaba entre salir a cenar o encargar comida, pero Julio optó por salir de casa. 

Diez minutos más tarde, a eso de las 19:00 horas, unos gritos en el exterior alertaron a Marco. 

Al salir vio a un joven en la puerta, del otro lado del barandal. Parecía un conocido de la familia. Marco trató de reconocerlo, se le aproximó para preguntarle a qué obedecía su visita, cuando otro muchacho, también de 20 a 25 años, salió intempestivo de entre unos arbustos, sacó un arma y la descargó en su contra.

“El primer balazo iba directo a mi cabeza”. El individuo le apuntó en la cara, pero Marco alcanzó a esquivar la detonación, se tiró al suelo, por lo que el agresor, fúrico, metió el brazo a través del barandal para seguir disparándole en el abdomen y piernas, recibiendo siete disparos. 

La familia de Marco radica en un sector desprotegido de la ciudad, en proceso de consolidación urbana, donde la delincuencia es el pan de cada día, lo que llevó a la familia a formularse una hipótesis: Marco fue víctima de una confusión infame.

Los agresores están libres, pero Marco, a sus 21 años, quedó preso del dolor físico y mental, de los medicamentos, las deudas y las tortuosas e imparables transfusiones de sangre. Sobrevivió al ataque, pero ahora vive “Cautivo en insanidad, como tituló su más reciente canción, que habla de su estado de ánimo actual: “Un par de años de dolor, cautivo en insanidad, dejé de ver color, perdí toda amistad. Días llenos de temor, intentando brillar. Actuando normal, pero mi mente a punto de estallar”, reza un estribillo. 

“La gente me ve normal, pero a veces me estoy desangrando por dentro”, expone para abrir el diálogo con este escribano, a condición de que se omitan datos precisos que pongan en riesgo su integridad y la de los suyos. Lo acompañan en la entrevista Haydee, su progenitora y Katherine, su pequeña hermana.

Este 20 enero de 2020 se cumplieron dos años de esta tragedia que, además de dividir a una familia, le dejó una verdadera lección de vida.

“Cuando me atacaron, pensé que iba a perder la conciencia, pero tuve como un ‘shot’ de adrenalina en mi cuerpo que me permitió arrastrarme hasta llegar a la entrada de mi casa, golpeé la puerta y me abrió mi hermana”.

Marco sacó del bolsillo su celular, pero la sangre entre sus dedos lo imposibilitaron para marcar el número de emergencia, labor que quedó a cargo de Katherine.

La menor, asustada, temblorosa y sin dar crédito a lo acontecido, apenas pudo marcar al 911 para solicitar una ambulancia: “hirieron a mi hermano Marco”.

También les llamó a unos tíos que viven cerca y que llegaron 15 minutos más tarde. 

Al ver que no aparecía la ambulancia, se tomó la decisión de trasladarlo a un hospital privado (Centro Médico de Especialidades), donde, a su arribo, aquel muchacho soñador, esperanzado, el músico, el cantautor, el modelo, el estudiante dejó de existir.

“Está documentado que tuve un paro cardiorrespiratorio y, pues, estuve literalmente muerto por dos minutos”.

¿Recuerdas algo de ello? “No. Después de las cirugías tan aparatosas que tuvieron que hacerme para salvarme la vida estuve en coma tres días y en terapia intensiva”. 

Marco sufrió un choque hipovolémico o hemorrágico, un síndrome complejo que se desarrolla cuando el volumen sanguíneo circulante baja a tal grado que el corazón se vuelve incapaz de bombear suficiente sangre al cuerpo. “Este tipo de choque puede hacer que muchos órganos dejen de funcionar, debido a que ya no reciben oxígeno y nutrientes y empiecen a acumular desechos, imposibilitando sus funciones”, explica el Dr. Barack Angulo, catedrático de la UACJ.

El médico internista que atendió a Marco ese primer día le daba muy pocas posibilidades de vida. Habló con sus familiares. Les dijo que si sobrevivía al ataque arrastraría serios problemas de salud. Había tensión en el quirófano. 

Haydee, quien se declara fiel creyente de un ser supremo, considera que Marco es un milagro.

“Para mí, para mi esposo, para toda la familia él es un milagro, porque sabemos que hay personas que con un solo disparo se mueren. Marco recibió siete”.

Un examen médico detalla que tres balazos se alojaron en su abdomen, cuatro en sus piernas y que, afortunadamente, ninguno de los impactos le fracturó algún hueso o le perforó su hígado o pulmón, lo cual hubiera sido fatal. 

Transcurrieron 23 días, tardes y noches de sufrimiento físico para este joven paciente, entubado, sin poder hablar ni ingerir alimento. 

“Tenía un dolor exagerado, eso sí, sobre todo en el área del abdomen, donde tuve más problemas. Yo creo el dolor no me permitía asimilar claramente lo que estaba ocurriendo a mi alrededor”.

Conforme se fue disipando el dolor, Marco empezó a recobrar el conocimiento.

“Pensaba en si alguna vez iba a recuperar mi salud o si volvería a estar sano. Pero lamentablemente no ha sido el caso”.

¿Cómo tomó usted la noticia?, se le pregunta a su progenitora.

“Nosotros íbamos de regreso, cuando mi hija nos marcó para decirnos que habían lastimado a su hermano. Aceleramos el paso”. 

Al llegar a casa, un camino salpicado de sangre la daba la bienvenida. Pensó lo peor.

“Ya se lo habían llevado al hospital, pero no sabía qué tan herido iba. Mis hermanas sólo me decían que se veía muy grave”.

A pesar de que la familia ha sido un tanto apática con el vecindario, todos se mostraron solidarios ante la tragedia.

“La gente del área nos conoce, sabe que mis muchachos son personas de bien. Al principio pensaron que habían matado a las personas narcomenudistas de por aquí cerca o que habían venido a asaltarnos, pero nadie se atrevió, ni siquiera, a hacer un mal comentario sobre la situación”.

Prueba de ello, fueron los 40 donadores, entre vecinos y compañeros de escuela, quienes dijeron presente ante la urgencia de sangre O+ en el Centro Médico de Especialidades.

Después del accidente, Marco ha sido hospitalizado en más de ocho ocasiones y ha atravesado por cuatro cirugías; una inmediatamente después del ataque y otra a los 10 días.

Lamentablemente, las heridas dejaron estragos en su digestión, al no lograr la absorción de ciertos nutrientes, entre ellos el hierro –el nutriente más importante para la vida humana–, lo que provoca que su hemoglobina descienda drásticamente. 

Ocho días antes de pactarse esta entrevista lo habían transfundido de nuevo, al llegar a siete de hemoglobina, cuando lo normal es 14.

En noviembre de 2018, nueve meses después del ataque, volvió al quirófano para que le retiraran las dos balas, una alejada en el abdomen y otra en su pierna izquierda, que a veces lo tumbaba del dolor, sobretodo al hacer movimientos bruscos.

Pero las intervenciones quirúrgicas no pararon ahí. En verano de 2019, Marco fue intervenido, de improviso, en la vecina ciudad de El Paso Texas para removerle la vesícula, debido a la acumulación de bilis, atribuida al estrés postraumático y problemas psiquiátricos. 

“He vivido mareado todo este año y todo el año pasado”, se lamenta el paciente.

Marco Antonio ingiere diversos medicamentos al día, distribuidos en cinco dosis, la mayoría para tratar la colitis ulcerativa que padece, para producir sangre y estimular sus intestinos. Todas las medicinas con efectos secundarios, tanto físicos como emocionales; agotamiento, migrañas.

El paciente, al igual que su familia ha recibido además terapia psicológica y, en el caso particular de Marco, hasta psiquiátrica.

“Hasta en eso, Marco ha sido valiente”, sostiene su progenitora. “Pues los psiquiatras lo han querido mantener medicado, con ansiolíticos, pero él se niega a los tratamientos, hasta decidió mantenerse lo menos medicado posible, buscando tranquilidad para inspirarse y seguir tocando su guitarra y escribir canciones”. 

Pero dos cosas que Marco no ha podido superar son la paranoia que siente cada que abre la puerta de su hogar, tras ser llamada, así como la capacidad de socializar. “Ahora veo un mundo gris y hostil. De por sí, antes era solitario, ahora cada vez que conozco a una persona nueva, que no sabe lo que me ha pasado, siento como si le estuviera ocultando algo, me siento sucio”.

Hoy en día, Haydee, su madre, se formula un sinfín de preguntas sin respuestas, ¿quiénes eran?, ¿qué querían?, ¿a quién buscaban?, ¿qué si mi hija Katherine hubiera salido en vez de Marco?, pero sólo le queda la resignación. “Sé que a pesar de todo Dios estuvo con mi hijo, porque él está vivo”.

Después de que Marco fue dado de alta, personal de la Fiscalía General del Estado acudió a su casa para interrogarlo, pero él no pudo hablar por una condición médica atribuida al trauma respiratorio, además su familia no quiso levantar ninguna denuncia, por dos razones: porque ha dejado de creer en la justicia de este país y por temor a represalias.

La vida siguió para Marco y decidió continuar sus estudios de tiempo completo en el Instituto de Ciencias Sociales y Administración, de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.

Cuenta que al principio quería estudiar Medicina, pero es difícil quedar en esta carrera tan demandada en esta institución formativa.

¿Por qué Economía? “Porque, conforme fui creciendo, vi los problemas que tenía el mundo, particularmente esta ciudad y creo que la clave para rescatar a una sociedad de sus problemas, de la pobreza y la falta de educación, está en el sistema económico”.

Considera que los juarenses son nobles y trabajadores, pero que existe un segmento influenciado por la violencia, por la cultura de las armas y el narcotráfico, sobretodo entre los jóvenes de su edad, de 20 a 30 años.

“Yo soy parte de esa generación y quiero, a través de mi carrera profesional, aportar algo positivo para la sociedad”.

Pero continuar sus estudios, en su estado de salud actual, no ha sido fácil.

El último mes del semestre que recién concluyó (agosto-diciembre de 2019) estuvo hospitalizado tres veces, por transfusiones de sangre.

El año pasado entró a hacer sus prácticas profesionales a una empresa maquiladora, pero su salud no le permitió trabajar más de tres meses, terminó tres veces hospitalizado, fue cuando lo intervinieron en El Paso, para quitarle la vesícula. Dice que no le gusta causar lástima a nadie y menos a sus maestros, con aquello de “es que estuve hospitalizado, póngame el examen”.

Al respecto, Haydee platica una anécdota.

“A Marco le quedaba su última clase y exposición del semestre y, pese a sus menos 6.5 de hemoglobina, no faltó”, pero al día siguiente fue transfundido de urgencia. El riesgo, sus médicos y familiares lo asumen como una fuerza de voluntad descomunal, digna de admiración. “Mi hijo nunca quiso dejar sus estudios”.

¿Cómo ves a tus amigos de clase? 

“Ahora que tengo más desarrollada la capacidad de analizar, me gusta dar consejos, sin anteponer lo que me sucedió; les hago saber que los entiendo, que comprendo su sufrimiento, sus quejas, pero sé que lo que les pasa no es lo peor, porque luego veo a compañeros muy estresados por la universidad, por los exámenes, o por problemas muy simples de la vida cotidiana, cuando yo estoy estresado porque no estoy produciendo sangre, por lo costosas que significan las transfusiones. Es cuando aprendes a ver prioridades en la vida, a no dejarte abatir por cosas tan insignificantes. Le das la importancia a las cosas reales y que a nuestra edad no les prestas el mínimo de atención, al menos que te ocurra algo así. Lo único que deseo en esta vida es paz, creo que es lo único que busco, ya ni siquiera la felicidad, más bien paz… y con paz me refiero a tener más tiempo para convivir con mi familia, seguir teniendo la posibilidad de verla. A mi mamá no le gusta que diga esto, pero sabemos que no voy a vivir mucho tiempo”.

Marco escribe canciones, canta, toca el piano y la guitarra, aprendió de forma autodidacta y hasta tiene su propio, pero modesto, estudio de grabación.

“La mayoría de mis canciones están basadas en lo que he vivido con mi dolor, de cómo he aprendido a pasar desapercibido ante la sociedad, a lucir como una persona normal, a pesar de lo dañado que sé que estoy emocionalmente. Intento plasmar que la vida no es tan mala como parece, a pesar de que te sucedan cosas feas”.

¿Piensas en tener familia, en casarte? “No, la verdad no. No tengo esa genética, no viene en mí eso, quiero más bien aportar algo que realmente funcione, que sea benéfico para la sociedad, dejar un mensaje. Mi sueño es dejar mi música, porque ella nunca muere, inmortaliza las personas, las palabras”.

Su influencia: bandas británicas como Radiohead, Muse y aquellas que tratan problemas sociales a través de sus letras.

Al preguntarle sobre sus tatuajes en ambas manos, señala que es arte y que cada una de estas representaciones –que se mandó hacer, justo un mes antes del incidente–, tienen un profundo significado.

“Venimos con el arte en la sangre”, dice Marco y lo secunda Haydee: “su hermanita pinta”.

Se descubre sus manos. “La gente a veces lo ve como criminal, para mí, estos tatuajes son arte”, insiste Marco.

En su mano izquierda trae tatuada a la muerte, en señal de que practica el agnosticismo esperanzador, mientras que en tres de sus dedos figura un triángulo que representa el capitalismo, la economía, lo que estudia en la UACJ; un corazón, que se refiere al amor en pareja y finalmente una casita el hogar, pero que está al revés porque últimamente su familia está desunida.

Estos tatuajes también los porta como un reto para la sociedad, por los problemas de discriminación que aún persisten.

Para culminar la entrevista, se le pregunta qué opina de sus agresores, a lo que responde que no ha podido pensar en ellos, “quizá si les dijera que los perdono, estaría mintiendo”, aunque no le guarda rencor a nadie.

“Porque seguramente esas personas que me lastimaron le temían algo, algo los llevó a tomar esa decisión, si no es que temían por su vida. No sé, no les puedo guardar rencor, porque, quizá, ni siquiera sabían quién era yo, ni por qué iban por mi”.

¿Cómo asimilaste esta experiencia en tu vida?

“Creo que algo de mí no regresó de allá y, hasta el día de hoy lo sigo sintiendo, como si una parte de mi humanidad, la que se murió ese 20 de enero, no hubiera podido regresar del todo”.

Tiempo atrás, Marco solía ser un joven hedonista, exigente y egoísta.

“Pensaba sólo en mí, en mi futuro, en lo que iba a trabajar y en qué iba a ser de mí, pero nunca incluía a otras personas”. Eran constantes los pleitos entre él y su madre.

“Extrañamente, ahora soy más feliz que antes. Creo que después de pasar por tanto dolor, cuando tienes un minuto de paz, lo valoras más que nunca”, refiere.

Hoy por hoy, lo que más disfruta es estar con su familia y pensar en el futuro. 

Afortunadamente, en los próximos meses tendrá la posibilidad de acceder a un tratamiento que, aunque muy costoso, afianza su salud y estabilidad. “Porque soy de las personas que no pierde la esperanza, el universo es inmenso y la buena energía cuenta mucho’’.

Actualmente, Marco requiere un tratamiento, previo a una cirugía para detener su sangrado interno a consecuencia de una falla en una de sus uniones intestinales, lo cual conlleva un gasto que supera los 50 mil pesos.

Esta entrevista se realizó en las instalaciones de la UACJ, en diciembre de 2019. Fotografía: Francisco De Santiago