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El “Doctor Ramichí” hace brillar la sonrisa de los niños rarámuris

Desde que Jonathan Mora prestó su Servicio Social en la Sierra Tarahumara como odontólogo hace ya algunos años, no ha parado de ayudar a los niños que sufren problemas bucodentales, un derecho humano incentivado por la OMS para prevenir no únicamente la pérdida dentaria, sino factores de riesgo con otras enfermedades sistémicas.
Entrevista, cámara y edición: Gustavo Cabullo Madrid | Material de apoyo: Jonathan Mora

Cuando era estudiante de Odontología en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), Jonathan Mora prestó su Servicio Social en los poblados más accidentados de la Sierra Tarahumara, donde los niños desconocían el cepillo dental, la pasta y, más aún, cepillarse los dientes.

A partir de entonces, enseñarles a mantener un cuidado dental digno, dentro de sus posibilidades, ha sido la pasión de este profesionista; su misión, su cruzada personal.

Prueba de ello, a tres años de egresado, este joven odontólogo organiza brigadas en las que invita a excompañeros, estudiantes y personal académico de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), de Chihuahua (UACH) y de la Universidad Interamericana del Norte (UIN) a viajar con él a comunidades como Sisoguichi, Tehuerichi, Cerocahui, Guteachi, Rituchi, Orochi para llevarles salud bucodental a los más desprotegidos; un derecho humano incentivado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), para prevenir no únicamente la pérdida dentaria, sino factores de riesgo con otras enfermedades sistémicas.

Hasta hoy, suman 10 Brigadas en 3 años, beneficiando a 465 menores y cerca de 250 adultos.

¿Cómo te ganaste la confianza de los niños?, se le indaga a Jonathan Mora.

“Poco a poco fui aprendiendo su idioma, a presentarme, a preguntarles su edad o si les dolía un diente”, contesta este joven.

De boca en boca se corrió la voz y los niños empezaron a caminar por horas -y de madrugada-, sorteando ríos, subiendo cerros y atravesando acantilados para dar con él y su comitiva.

De pronto, entre descansos y después de una larga jornada de trabajo, se le veía jugando, dibujando caritas sonrientes en guantes de látex inflados, pintando y hasta echándose una cascarita futbolera con ellos. Lo quieren, lo abrazan, lo buscan. No por nada lo bautizaron como el “Doctor Ramichí” (Doctor Diente, en idioma rarámuri).

CIUDAD JUÁREZ, CHIH., MX. / ABRIL, 2023 (servisible.mx). – 

Durante la entrega de pasantías a cargo del sector salud en 2020 en el Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), Jonathan Mora eligió hacer su Servicio Social en Sisoguichi, municipio de Bocoyna, a casi 600 kilómetros de Ciudad Juárez, su lugar de residencia. 

Estadísticamente, son pocos los universitarios que por decisión propia optan por dejar su zona de confort para continuar este trámite lejos de casa. 

Prueba de ello, este 2023, de las 123 plazas repartidas a pasantes de Odontología, Enfermería y Medicina, sólo dos universitarios eligieron Villa Ahumada (a 126 kilómetros de Ciudad Juárez) y Guadalupe Distritos Bravos, en el Valle de Juárez (a 48 kilómetros de Ciudad Juárez), informó Érica Quezada, asistente de la coordinadora de Enfermería de la UACJ.

“Elegí hacer mi Servicio Social en Bocoyna por tres razones: me ofrecía vivienda, alimentación y tenía un beneficio económico mayor a las demás plazas”, explica Jonathan Mora.

Llegado el día, el joven preparó una maleta en la que no cabía el arrepentimiento. 

Fueron cerca de 10 horas en carretera para llegar a su destino, un hospital carente de insumos, que se sostiene a base de donativos y que fue acondicionado con dormitorios, gracias al apoyo del supermercado “Alsuper”. 

Tanto el nosocomio como los alojamientos son atendidos por un grupo de religiosas lideradas por la hermana Nohemí, de profesión enfermera.  

Jonathan platica que no fue sencillo, pues desde el primer día de servicio empezaron a manifestarse las dificultades, ya que el compresor dental, una herramienta básica para su trabajo, se encontraba dañado y sería reparado hasta en ocho días.

Pero, siendo un muchacho hiperactivo, tenía que pensar en alguna tarea que lo entretuviera todos esos días.

La hermana notó su inquietud y le pidió que la acompañara a unos poblados adyacentes para hacer algunas diligencias, como pesar niños y medirlos para calcular su grado de desnutrición y entregarles despensas.

Se subieron a un vehículo, una vieja ambulancia cargada de víveres, conducida por uno de los lugareños que emprendió un largo camino de terracería sorteando veredas, pinos, ríos y animales. 

Transcurrieron dos horas para llegar a su primer destino, Guteachi, municipio de Bocoyna.

“Yo iba en la parte trasera, cuando de rato empezó a sonar la torreta; me pregunté qué sucedía”.

Pensó que era para asustar a los animales a su paso, pero no. Era para despertar el interés de los pobladores y hacerlos bajar de los cerros.

“Así, ellos escuchan el eco de las torretas y empiezan a bajar”, le aclaró la religiosa.

“Nos detuvimos en una escuela primaria y en una iglesia, que era lo único que se podía apreciar”. 

En sus alrededores había un cerro tras otro y maizales.

“Pasó como media hora y vi cómo empezaron a salir varios niños y mujeres corriendo de entre los maizales, porque era época de sembradío. Esa fue la primera vez que interactúe con rarámuris”.

Intentó comunicarse con ellos, sin éxito, porque casi nadie dominaba el español. Sin embargo, al ver a tanto pequeño de unos 2 a 12 años que se sonreían entre ellos, notó serios problemas bucales que lo llevaron a proponer una iniciativa que cambiaría el rumbo de su propio acontecer.

“Le dije a la hermana Nohemí que en la clínica había visto material didáctico que podía utilizar para, además de proporcionarles atención bucal, explicarles a través de dibujos, juegos y dinámicas, como cuidar y cepillarse los dientes”.

A la hermana le pareció buena idea y, haciendo uso del dominio del idioma rarámuri, empezó a hacerle difusión.

“Eso fue un viernes, recuerdo muy bien. Le dije que los veía el próximo sábado, que ya estuviera listo el compresor”. 

De tal forma que tuvieron una semana completa para darle orden al espacio.

Tan pronto llegó el día, a las 7:00 horas, llamaron a la puerta del dormitorio de Jonathan para avisarle que tenía gente esperando a ser atendida.

Salió, alzó la mirada y alcanzó a ver a más de una docena de rarámuris, entre niños y adultos que, a decir de la hermana Nohemí, caminaron desde las 4:00 horas para llegar, tras esquivar montañas, ríos y acantilados.

“Todos tenían graves problemas bucodentales”, así que el enfoque pedagógico pasó a un segundo plano para priorizar la atención médica temprana.

Otra de las hermanas, María San Juana, también enfermera, lo auxilió haciéndoles una entrevista previa a los pacientes y un examen médico sencillo. 

Ese primer sábado el compresor se comportó a la altura. Se realizaron desde extracciones, limpiezas, aplicación de flúor, selladores, fosetas y rellenos de resina. 

Era la primera vez que un dentista les otorgaba un servicio personalizado a los rarámuris, sobre todo a los más pequeños.

¿Por qué te enfocaste en la atención a niños?

“Atiendo a ambos, sin ningún problema, aclaro. Pero me incliné más hacia los niños porque a un adulto ya es muy poco lo que le puedo hacer; hasta me da cosa quitarles los dientes, porque algunos nomás tienen dos y son con los que comen. Con los niños rompo un paradigma, porque si les pones un sellador de fisuras y fosetas dentales o les aplicas flúor, creas una barrera para que la caries no aparezca”. 

Después, Jonathan empezó a brindar atención en comunidades circunvecinas y remotas.

“He tenido el privilegio de que me digan que he sido el primer dentista que los visita. Es algo muy bonito, la última vez fui a Tehuerichi, que significa Tehue-niña, chi-lugar de. Entonces fui al ´lugar de niñas´”, suelta emocionado.

Así fue adquiriendo gusto y amor, no únicamente por su servicio con responsabilidad y sentido social, sino por un mundo desconocido, incluso ignorado por el citadino.

“Lugares únicos, por ejemplo, Tehuerichi que es 100% rarámuri”.

Fue durante su paso por la clínica de este poblado donde vivió algo sorprendente.

Se estaba haciendo tarde cuando la hermana Eva, la enfermera encargada de este dispensario, le pidió insistente: “al caer la noche, no dejes de asomarte por la ventana”.

Le hizo caso a la religiosa y presenció algo realmente asombroso; cerros iluminados por fogatas que ofrecían un espectáculo sinigual.

–¿Qué son esas fogatas? –, le preguntó a la hermana Eva.

–Pues son las cuevas donde ellos viven–, le contestó sin dejar de observar el paborama.

Hermana Eva (derecha), atiende a una rarámuri en el interior de una cueva

Al día siguiente caminó hasta llegar a las cuevas, para ver de cerca tan asombrosa y, a su vez (y según su percepción), tan triste realidad.

“La gente no tiene ni idea. Aquí encuentras a personas tapadas con una cobija con temperaturas bajo cero, familias de cuatro, cinco, seis personas protegiéndose del frío con una fogatita, viven sin drenaje, sin piso de concreto, sin techo y sin luz. Imagínense sufrir eso, ¡ah! y todavía andan descalzos”.

Pero también se le hizo una experiencia enriquecedora, digna de compartir en la sobremesa. 

A esta comunidad, donde nunca habían tenido contacto con un dentista, ha asistido cuatro veces, tiempo en el que se ganó la confianza de los lugareños, especialmente la de los pequeños.

Fue aquí donde lo bautizaron como el “Doctor Ramichí”, que de acuerdo con el doctor Fernando Sandoval, escritor, catedrático de la UACJ y estudioso de la lengua rarámuri, “ramichí” y “rame” significan diente. 

¿Cómo te ganaste la confianza de los menores?

“Poco a poco fui aprendiendo algunas frases en su idioma; a presentarme, a preguntarles si les dolía un diente, por su edad o su lugar de procedencia. Se les hacía curioso que un foráneo les hablara en su lengua; se sentían identificados, arropados. Además, cómo tengo una hija de seis años, hubo momentos en que la extrañaba y me ponía a jugar con ellos”.

Jugaban carreritas, futbol, basquetbol, escondidas, además les inflaba los guantes de látex como globos y les dibujaba caritas sonrientes. 

Un día, una menor lo saludó de una manera muy peculiar.

–Hola Doctor Ramichí, ¿cómo está?, ¿qué vamos a hacer ahora?, ¿voy por Juanito y Martina para que también los vea?

Jonathan Mora se desconcertó con el término empleado por la pequeña.

“¿A caso dijo algo así como ramichí?”.

No tuvo que indagar demasiado para saber que ramichí significa diente. 

Desde ese momento el estudiante de la UACJ fue reconocido por chicos y grandes como el Doctor Ramichí (Doctor Diente). 

Su trabajo lo ha llevado a que la gente lo aprecie por ejercer “no un trabajo, sino un servicio a la comunidad, a proporcionarles un derecho humano, como es el cuidado bucal”.

Un derecho que ha surtido efecto en otras latitudes.

Muestra de ello, el mismo personal del Centro Avanzado de Atención Primaria a la Salud (CAAPS), de la Secretaría de Salud del estado de Chihuahua le ha solicitado asistir a otros asentamientos difíciles de acceder, como fue el caso de Orochi, la comunidad más recóndita que haya visitado en Guachochi.

“En Odontología siempre se dice que tu trabajo se va recomendando de boca en boca y fue algo muy bonito que en este municipio supieran de mi existencia”.

Recuerda que recién llegado, la hermana Nohemí se comportó un tanto enérgica con él. 

“Todos los dentistas son bien fresas”, le dijo. “Nunca quieren ir a ayudar a la gente, siempre nomás pensando en el dinero”. 

Pero muy lejos quedó su percepción, tras conocer el humanismo del Dr. Ramichí.

De hecho, como una forma de reconocer su labor con las niñas del internado de Cerocahui, en el municipio de Urique, le regaló un boleto para trasladarse a Sisoguichi en el tren Chepe, un sueño hecho realidad para este joven, todavía estudiante de la UACJ.

Recrea la anécdota. “Me dio un sobrecito que decía ´para tu transporte´, lo abrí y ahí estaba. Esas son cositas que te enamoran, detallitos, vivencias que se te quedan”.

“Yo hacía mi servicio en Sisoguichi, pero por cuenta propia me iba a otros poblados a apoyar. Con eso, además de aportar, conocía lugares”.

En lo relativo a los honorarios que perecibe un odontólogo, sostiene:

“Sería una mentira decirte que no nos importa el dinero, pues de algo tenemos que vivir. Pero, en mi caso he llegado a ver mi profesión como una manera de impactar en la calidad de vida de las personas y eso te hace sentir orgulloso de tu trabajo”.

Familiarizado con el tema, Jonathan desarrolló su tesis, denominada Índice de caries en comunidades rarámuris en el municipio de Bocoyna (donde radican cerca de 28 mil habitantes: Instituto Nacional de Estadística y Geografía, Inegi 2015).

Para este trabajo visitó asentamientos en Bocoyna y Carichí, donde atendió a 160 niños de entre 2 a 12 años, tomando como referencia el índice CPOD, que en Odontología es la sumatoria de dientes permanentes cariados, perdidos y obturados.

La investigación arrojó un índice de CPOD alto: 5.67, lo que, asegura, es común en poblados caracterizados por su alto grado de marginación y pobreza, alejados no únicamente de centros de atención bucodental, sino de salud en general y que repercute en una dieta desfavorable, sin supervisión médica.

Para entrar en contexto, revela una práctica poco conocida en el entorno urbano.

“Me tocó ver que una Coca Cola de 2.5 litros la vaciaban en una botella similar, hasta la mitad, para echarle pinole. Coca Cola con pinole es azúcar; más azúcar”.

Y agrega que en su ingesta nunca faltan las frituras, comúnmente conocidas como papitas o comida chatarra.

Su anecdotario es bastante robusto. Comparte que en Sisoguichi los rarámuris que trabajaban para el ayuntamiento eran alimentados con refrescos de cola y papitas.

“A la hora de la comida llegaban los del gobierno con esas bolsas gigantes de cheetos, una Salsa Valentina de esas grandes y botellas de tres litros de Coca Cola”. 

Como resultado; entre sus pacientes mayores de 30 años, que han sido alrededor de 250, encontró procesos de infección agudos, pérdidas dentarias por estar expuestos a caries a muy temprana edad, sin haber sido atendidas. 

“No hay alguien que se los rellene o les practique un trabajo preventivo para evitar que se desarrollen estas patologías a tan corta edad, no hay alguien que los atienda, entonces ese problema se va agravando hasta perder piezas. Esto merma en la calidad de vida de la persona, porque no sonríe a gusto, no habla a gusto, no come a gusto”.

Para profundizar en el tema de la salud, buscamos al doctor Pablo Barac Angulo, altruista catedrático de la UACJ, quien cada año ofrece sus servicios como médico general en la Sierra Madre Occidental.

Dr. Pablo Barac Angulo

Expone que desafortunadamente los niños rarámuris son presas de una malnutrición severa.

Aclara: “Malnutrición no es lo mismo que desnutrición. Malnutrición significa que tienen acceso a alimentos, pero que no consumen los adecuados o necesarios para su desarrollo. Comen mucha chatarra con contenido alto en azúcares y harina”.

La razón, añade, las harinas son un alimento extremadamente barato y fácil de manejar; no necesitan refrigeración o mucha preparación y pueden durar meses, años en los anaqueles, igual que las sopas instantáneas “o las papitas que no propiamente son de papa”, golosinas y bebidas azucaradas. 

“Un refresco de 16 onzas o una lata de 355 mililitros contiene aproximadamente 14 cucharadas de azúcar de mesa. ¡Ya te imaginarás!”.

Esta “malnutrición” de la que habla el doctor Angulo tiene su origen.

Data de 2012, cuando una sequía de tintes apocalípticos terminó con sus sembradíos y los rarámuris se vieron obligados a cambiar su dieta, atribuye el docente.

“Como no tenían qué consumir, pues se fueron por la comida chatarra. Eso generó una gran malnutrición que provocó bajo peso, retrasos en el desarrollo y serias afectaciones en salud oral”.

Cuenta que ha asistido a niños con pérdidas dentareas extremas, un fenómeno que rara vez se presenta en la mancha urbana.

“Los odontólogos lo conocen como caries rampante, que es un ataque de caries exagerado en una boca que no tiene la adecuada higiene. Niños que de 20 piezas que tienen, 18 están muy dañadas. Muelas con hoyos así, negros y eran de cinco, siete, nueve o 15 años que se acercaban a recibir atención odontológica y lo más que podían hacer estos jóvenes de Odontología era una limpieza y probablemente alguna extracción de las piezas más dañadas. Pero pues enfermedades… teníamos niños con alta concentración de glucosa en la sangre, o sea diabetes”.

¿Qué papel asume el gobierno?

“Lo voy a decir a título personal y de la manera más imparcial posible: sí hay ayuda del gobierno; sí hay centros de distribución del gobierno estatal y federal. El problema que yo vi es que no tienen capacidad de llegar a las comunidades más alejadas. Vimos, por ejemplo en Hojachichi (cerca de Creel), que traían un solo Jeep con un remolque para cinco, siete o nueve comunidades carentes de alimentos. Naturalmente no era suficiente”, expone el Dr. Barac Angulo. Y agrega: “Y aunque haya cepillado de dientes, si la alimentación es alta en azúcares, va a haber caries y problemas orales porque el azúcar genera que un microbio que vive en la boca se reproduzca. Este microbio todos lo tenemos, pero con el lavado de dientes disminuye su reproducción y, por lo tanto, el daño”. 

Este medio buscó a representantes del área de la salud de Gobierno del Estado de Chihuahua y Federal en el caso Bienestar, pero al cierre de esta edición sólo contestó personal de Gobierno del Estado.

De acuerdo con información proporcionada por la Dra. Gina Villalobos Aguirre, directora de la Jurisdicción Sanitaria de Creel, Sisoguichi cuenta con un módulo de atención de los Servicios de Salud de Chihuahua, atendido por 2 enfermeros y 1 promotor de la salud, mientras que el Hospital de la Tarahumara A.C. (privado) está dotado de 1 médico, 1 enfermera general, 4 auxiliares de enfermería, 1 químico, 1 administrativo, personal de mantenimiento, 3 de intendencia y 1 estudiante de Odontología.

En la localidad de Rituchi y Guteachi acude una unidad médica móvil denominada “el Railito” y consta de un núcleo médico básico: 1 médico, 1 enfermera y 1 promotor de salud.

No confirmó si los profesionales de la salud hablan rarámuri como un segundo idioma.

“De momento no se cuenta con pacientes niños con algún grado de desnutrición o pacientes portadores de tuberculosis, que son a quienes van dirigidas las despensas”, anota. 

Estas despensas las otorga el DIF para personas vulnerables y se entregan dos por mes.

¿Qué contienen estas despensas?

Una bolsa de chachitos, 1 kilo de harina integral, 4 kilos de maseca, 4 latas de atún, 1 kilo de arroz, frijol, latas de chícharos, lentejas, leche en polvo, avena y paquetes de sopa, enlista la Dra. Gina Villalobos Aguirre, directora de la Jurisdicción Sanitaria de Creel. 

Con relación al hospital de la Tarahumara, ellos entregan un suplemento denominado Frania atole, a base de fécula de maíz en polvo, fortificado con vitaminas y minerales.

Respecto a brigadas con especialistas, destaca que se realizan cirugías extramuros con especialistas en el hospital de la Tarahumara. Las últimas se hicieron el 21 y 22 de abril, apoyados por el hospital Christus Murgueza de Chihuahua, en las que asiste un odontólogo. La próxima brigada se tiene programada para septiembre u octubre.

También se entrevistó al Dr. Andrés de León Soto, director de la Jurisdicción Sanitaria de Guachochi.

Menciona que dentro de la región sanitaria existen 24 unidades; 9 fijas y 15 móviles.

“Las móviles trabajan en un formato de 20 días en comunidad más 10 días de descanso; las fijas trabajan 4 bajo ese formato y 5 están abiertas durante el año con personal trabajando”.

El CAAPS Guachochi brinda atención de primer y segundo nivel y cuenta con especialistas en el área de medicina interna, pediatría, cirugía, ginecología, anestesiología y odontología, mediante un pasante y una odontóloga de base.

Tampoco se mencionó si se dominaba el rarámuri para una atención más personalizada.

“También realizamos ferias de salud, donde acudimos con todos los servicios incluyendo la atención odontológica, ya que contamos con dos robots para poder brindar esta atención, que es muy solicitada en las comunidades”.

Agrega que el CAAPS Guachochi recibe gente de los municipios aledaños de Balleza, Guadalupe y Calvo, Nonoava, Morelos, Batopilas, Urique, “inclusive de Carichí, ya que se ha vuelto una unidad resolutiva en el aspecto de salud para atender las necesidades básicas de la región”.

En salud bucodental, sostiene que en la región sanitaria se ejerce orientación sobre el cuidado adecuado de los dientes y su relación con otras enfermedades; se hacen detecciones y se brinda atención curativa para enfermedades como caries y periodontal a toda la población.

Además se ofrece el programa de atención a grupos prioritarios como embarazadas o personas con enfermedades crónico-degenerativas y niños. En la atención preventiva se realizan pláticas explicando la adecuada técnica de cepillado, orientación sobre los alimentos dañinos y la importancia de acudir regularmente al dentista. En la atención curativa se realiza profilaxis dental, detartraje, curetaje, obturaciones, resinas, material temporal, terapia pulpar y extracciones dentales que en ocasiones requieren cirugía.

Por su parte, el Dr. Alexis Hernández, subdirector de la Jurisdicción Sanitaria de Cuauhtémoc, refiere que en atención a la comunidad de Tehuerichi, una brigada móvil acude cada 10 días para orientar a los pobladores sobre acciones de prevención, técnicas de cepillado dental e higiene bucal y se les entregan tabletas reveladoras de placas que ayudan a identificar las zonas donde se tiene algún problema. Por lo que en caso de que esta brigada detecte algún padecimiento dental, se traslada al paciente al centro de salud de Carichí, en el que da atención a la caries, extracciones, limpieza u otro procedimiento.

Pero una realidad muy distinta se ventila en la Sierra Tarahumara. Los niños rarámuris hacen notar que la única atención dental que han recibido ha sido a través del Doctor Ramichí.

Pese a lo anteriormente expuesto, la Dra. Gina Villalobos Aguirre, directora de la Jurisdicción Sanitaria de Creel, insiste en que es un hecho que las distancias y los trayectos accidentados han sido un tropiezo para llevarles a todos un servicio sanitario adecuado. 

“Se batalla para que el apoyo pueda llegar a las localidades porque son caminos muy accidentados y alejados de las localidades que son más pobladas”.

A todo ello se le suma la falta de agua potable para saciar la sed, secunda Jonathan Mora.

“Tienen que ir al río, donde también lavan su ropa y se bañan. Entonces, el hecho de lavarse los dientes ya de por sí es un reto”.

De los 160 niños que atendió para su tesis, sólo dos mostraron un índice menor de caries.

Lo mismo en la comunidad de Sisoguichi, donde acudió al Internado de las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús, también a cargo de religiosas, donde encontró un problema menor de caries, debido a que las usuarias están en un ambiente más controlado.

“Las niñas están ahí todo el día; se alimentan, duermen, se educan”.

Al terminar su Servicio Social, a finales de 2021, Jonathan quedó enamorado de la Sierra, de todas esas vivencias que lo hicieron crecer como ser humano. 

No podía dejar de citar una de ellas. Relata que un día llegó un niño de cuatro años que había sido abandonado por su familia. Lo dejaron en el hospital mientras el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) lo tomaba en custodia.

“Se estuvo ahí, lo veía y no dejaba de pensar en mi hija”.

El niño de pronto lloraba y repetía con vehemencia una palabra: “remeke”. 

La curiosidad llevó al Dr. Ramichí a buscar en la web su significado y encontró que era “tortilla de maíz” en rarámuri. 

A pesar de que el pequeño ya había sido alimentado, deseaba una tortilla de maíz.

Jonathan fue a la tienda a comprar unas cuantas tortillas y esperó hasta la siguiente hora de comida para llevárselas.

“Llegué con una mano atrás, donde tenía escondidas las tortillas, lo vi y se las mostré. Hubieras visto cómo me abrazó. Fue algo maravilloso ver cómo un niño se emocionó por una simple tortilla de maíz, fue algo sorprendente”.

A su retorno a Ciudad Juárez, Jonathan Mora consiguió un trabajo en un consultorio dental, pero no se sentía pleno, faltaba algo en su vida, dice, no podía desprenderse tan fácil de la Sierra Tarahumara. 

Pero de algo tenía que sobrevivir y mantener a su primogénita. Así que esperó hasta cumplir un año en su empleo, pidió vacaciones y organizó lo que sería su primera brigada.

“Acordé con las hermanas Nohemí y Eva de regresar, porque durante todo este periodo busqué patrocinadores. Por ejemplo, una excompañera que se llama Fina Hernández nos ayudó mucho en conseguir una unida autoclave”.

¿En qué consisten estas brigadas?

Cada brigada es una aventura distinta, retoma el diálogo el entrevistado.

Menciona que se pacta una fecha de salida, regularmente en fin de semana, para no alterar jornadas laborales.

Se les habla por teléfono a conocidos; catedráticos, estudiantes, egresados y amigos del gremio para ver quién puede asistir.

Insumos recaudados por Fina Hernández, una de las brigadistas que acompañó a Jonathan Mora

Se reúnen y se levanta una lista de los materiales e insumos que se necesitan y se asignan tareas para buscar patrocinadores. 

Al final se decide cómo será el traslado, horario de salida y llegada. Para ello, algunos ofrecen sus carros y camionetas grandes.

En tanto, la hermana Nohemí empieza a jugar su parte, desde su centro de operaciones: Sisoguichi, que además de ser un punto medio para los demás poblados, cuenta con su hospital.

Para el traslado de los infantes se consiguen camionetas y trocas de tonelada (tráilers) para pasar por ellos a Sisoguichi, Rituchi y Guteachi (en el municipio de Bocoyna); Tehuerichi (Carichí); Cerocahui (Urique) y Orochi (Guachochi).

Para recibirlos se consiguió un albergue, donde también son hospedados los participantes de estas brigadas. 

“No se cobra nada”, subraya Jonathan. “Lo único que yo le pido a las hermanas Eva y Nohemí, es que consiga hospedaje y alimentación, pero no se cobra ni el material ni los tratamientos. Hay muchos doctores que, como te digo, se han ido enterando de lo que hago y me proporcionan apoyos”.

¿Qué tipos de apoyos se requieren?

Desde cepillos dentales, anestesia, fórceps, coronas de acero y cromo, Ctz dental, anestesia, ionómeros, flúor, selladores de fisuras y fosetas. 

“Además de resina para hacer operatorias en niños que no tengan caries tan pronunciadas”.

Entre los servicios que se realizan destacan las extracciones, pulpectomías, pulpotomías, obturaciones y tratamientos con flúor.

Gracias a estas acciones, el Hospital de Sisoguichi ha mostrado avances en cuanto a equipo. 

Hoy por hoy cuenta con rayos-X, unidades autoclave y alojamientos acondicionados para los doctores que quieran prestar sus servicios de manera altruista.

“Nos encantaría en un futuro contar con robotines dentales, pues nos darían la capacidad de hacer más tratamientos y poder transportarlos a distintas localidades, sin importar que se encuentren en áreas remotas”. 

En la más reciente brigada, el pasado 9 de marzo, asistieron más de una docena de voluntarios. En esta ocasión fueron atendidos 150 infantes rarámuris de 2 a 12 años, del internado de Sisoguichi y de una primaria-albergue en Tehuerichi. Se hicieron limpiezas, extracciones, trabajos de pulpectomía, coronas endodoncia, cirugías y maxilares.

Tres años; 11 brigadas: 465 niños rarámuris con sonrisas brillantes

“Ha sido difícil, no te voy a decir que no, porque es estar pidiendo recursos, es estar trasladándote, es estar enfrentándote al idioma de ellos, al que no estén dispuestos, a las distancias y al tiempo, porque ellos no se manejan por el reloj, se manejan por la luz del día”.

El trabajo de enfermería de las hermanas Nohemí, Eva, María San Juan, además del apoyo de sus otras compañeras religiosas ha sido vital, insiste Jonathan, porque han mantenido viva esta cruzada, le han dado un valor agregado a la salud médica y bucal en favor de los más desprotegidos.

¿Cuál sería tu mensaje para los universitarios que no se animan a ejercer su Servicio Social en comunidades serranas?

“Sabemos que prestar el Servicio Social fuera de la universidad suena algo difícil, pero salir de la ciudad te abre mucho el panorama; te enfrentas a otras situaciones a las que no estás acostumbrado. Llegas a hospitales donde no tienes a alguien a cargo, donde tú rompes con esa barrera de ser solamente el alumno para ser el doctor. Ese es un brinco muy alto y que dentro de la ciudad no se puede dar porque te ponen a sacar copias, a revelar radiografías o a hacer cosas más sencillas”.

Sobre el tema de la violencia, considera que el practicante o servidor social debe ser muy consciente con los horarios, con sus traslados y tener cuidado con quien se involucra y con lo que se habla.

¿Por qué continuaste sirviendo a los niños de la Sierra hoy en día, a través de brigadas? “Mucha gente piensa que el rarámuri nada más es la persona que está en el semáforo pidiendo kórima (ayuda, en idioma rarámuri). Es lo menos que debería importar de esa cultura. Los rarámuris son personas que si tú les das algo o si haces algo por ellos van a estar eternamente agradecidos. Siempre te reciben y saludan con una sonrisa. Son las personas que más sonríen en esta vida y, como dentista, ver que traen un grave problema en la boca y que tú puedes ayudarles con algún servicio que les brinde una mejor calidad de vida, es muy gratificante”.

En marzo, durante su más reciente brigada, una pequeña se le aproximó:

–Tú me enseñaste a lavarme los dientes–, le dijo esbozando una sonrisa.

“Nada más reconfortante que te digan eso y, más aún, ver los resultados cuando te sonríen”.

Son los impactos que ha logrado Jonathan Mora en la niñez rarámuri; crear conciencia y ofrecerles ese derecho humano que es la salud bucodental.

Derecho a la salud bucal

“La salud bucodental es un componente de la salud general y debemos entenderla como un conjunto que comparte factores de riesgo con otras enfermedades sistémicas y, por consiguiente, relacionarla con los estilos de vida que han generado enfermedades crónicas. La salud bucal presenta instrumentos normativos internacionales, incentivada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), incluida en las Resoluciones de la Asamblea Mundial de la Salud en las (resoluciones) 36.14 y 42.39. También en el Programa de Salud Bucal Global, con la meta de la promoción de la salud bucal en los programas de salud general”. Fuente: World Health Organization. About WHO. World Health Organization (http://www.who.int/about/en/).

Esta entrevista llegó hasta los ojos y oídos del personal de Colgate México y se logró una importante donación para la siguiente brigada del Doctor Ramichí, el próximo 11 de septiembre de 2023, que esta vez promete incluir prótesis dentales para los adultos.

Para donaciones, comuníquese al número:

(656) 489-3152 o a través del canal de YouTube: @Dr.Ramichi