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El objetivo es nunca bajar la guardia

Miguel encontró en el tiro con arco una disciplina que lo ayudó a superar algunas heridas de la infancia y a convertirse en uno de los deportistas más reconocidos del orbe nacional.

No sólo les demostró a sus padres que estudiaría una carrera universitaria, al poco tiempo se perfiló como un alumno ejemplar, logrando buenas notas. Además, encontró en el tiro con arco una disciplina que lo ayudaría a superar algunas heridas de la infancia y a ser uno de los deportistas más reconocidos del orbe nacional. Hoy, este joven de 24 años, estudiante de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, transmite su aprendizaje e historia de vida a decenas de niños y adolescentes que lo ven como un ejemplo de entereza y determinación.

José Miguel Bustamante Méndez cuenta que su niñez estuvo marcada por algunos problemas, propios de la edad; timidez, ansiedad, rebeldía, situaciones que desde pequeño lo orillaron a refugiarse en el deporte.

A Miguel lo relegaban porque no le veían aptitudes académicas, regularmente obtenía malas calificaciones, particularmente en la secundaria. Hasta su familia llegó a considerar que de ahí no pasaría.

Pero había algo a su favor, sus padres lo notaban algo inquieto, lo veían como un explorador nato, aventurero y amante de la adrenalina. 

Platica que se ponía a hacer flexiones desde los 11 años con una mochila en la espalda; su hermano se reía de él, recuerda que lo comparaba con Gokú (personaje del manga animé de Dragon Ball).

Cuenta que en su adolescencia se matriculó en una escuela de futbol como una forma de liberar su energía y un escape a su realidad, pero al poco tiempo se desencantó y probó con el básquetbol, luego con el atletismo, hasta encontrar el deporte que finalmente lo llenaría: el tiro con arco.

¿Por qué el tiro con arco?

“Dice mi mamá que cuando era niño agarraba los ganchos del Soriana y fingía ser un indio. Además, estaba obsesionado con un videojuego en el que el protagonista tiraba con arco”. 

Las primeras clases de tiro con arco las inició en 2013, cuando tenía 13 años. En ese tiempo tomaba clases en el Parque Central, donde le pedían que llevara las flechas y ellos le prestaban el arco. 

Pero sólo duró un mes, porque llegaron otras ocupaciones.

Fue hasta cinco años después cuando se reencontró con esta disciplina de tintes milenarios.

“Un día estaba medio cabizbajo y me puse a limpiar el clóset. Mientras, pensaba ‘necesito hacer algo para sacar estas ideas de mi cabeza´, cuando de pronto se me cayeron las flechas”.

“¡Ah!”, expresó. “Pues voy a volver”. Y fue cuando regresó a aquella escuela en el Parque Central.

“Pero ahora decidí volver con mi propia fuerza, ya no dependiendo de nadie, con la promesa de pagar mis propias clases, ajustándome a mis necesidades”. Empezó a ejercer su propia independencia.

Ocho pesos en los bolsillos fue el costo de un boleto que marcaría el rumbo de su propio acontecer deportivo.

“Me acuerdo de que al día siguiente me levanté a las 6:30 de la mañana y caminé de mi casa hasta la ´avenida de las Torres´, casi media hora de distancia”. 

Avanzaba con sus flechas en la mano, cuando se topó con un esgrimista.

–Veo que no nos gustan las cosas convencionales, ¡eh! –, se dirigió a Miguel.

–Definitivamente–, le contestó.

–Bueno, pasa buen día arquero.

–Pasa buen día espadachín–, ambos se despidieron.

Miguel se subió al camión y el movimiento lo arrulló hasta quedarse dormido.

La ruta terminó su recorrido en la Zona Centro, un entorno para él completamente desconocido.

Pero era tanta su obsesión por llegar a su primera clase de arco tras cinco años en la banca, que no desistió, por el contrario, para completar lo del pasaje hasta les pidió dinero a los paseantes.

“Ya cuando junté lo suficiente una persona me indicó dónde estaba la ruta que tenía que tomar y me fui”. 

En esta segunda vuelta sus entrenadores no se acordaron de su nombre, pero sí de su entusiasmo.

Comenta que al tomar su primera clase sintió un gusto enorme por hacer lo que le gustaba, alejado de estridencias, miedos y represiones.

“Ya no sentía ese desánimo, me sentía a mí, encontré mi camino hacia mí, sin miedo a ser frenado o juzgado. Sentí una satisfacción tan grande que entendí que esto era lo mío, que esto era lo que quería para mi vida”.

Al poco tiempo su padre le compró su primer arco, algo sencillo, de baja gama.

“Entonces, con un arco de novato, con flechas de novato, pero con la mejor actitud, empecé a superar a mucha gente y comencé a ganar locales, luego estatales y después regionales. Llegué al punto en que, en mi primer año, me fui a un nacional aquí en Chihuahua”.

Triunfos:

José Miguel Bustamante Méndez es ganador de medalla de oro a nivel nacional en torneo de Universiada; es tercer lugar a nivel nacional en el torneo Halcones Classic en San Luis Potosí. En seis años ha representado al estado de Chihuahua en proceso nacional en «Juegos Conade»; en seis años ha representado a la UACJ a nivel estatal, regional y nacional. Ha sido instructor de tiro con arco durante cuatro años y consultor nacional para distintos estados. Además es récord estatal en Albuquerque, Nuevo México.

La clave, sostiene, es que nunca se conformó con las enseñanzas de su instructor. 

Miguel quería saber más y empezó a indagar artículos sobre tiro con arco y a ver videos en la web para mejorar su técnica.

Esta disciplina le demanda fuerza y resistencia por lo pesado del arco, además de un control emocional extremo.

“Tienes que estar frío, calcular el viento, la lluvia y centrarte en algo que se llama ´la burbuja del arquero´, que es aislar todos los ruidos externos para enfocarte en ti solamente”. 

En su vida cotidiana, el arco lo ha encaminado a ser más ordenado, disciplinado, pacífico y alegre.

Hasta hace unos años sus amigos y conocidos lo juzgaban por ser muy serio, apartado y malhumorado. 

Hoy le escriben en sus historias de Facebook y de Instagram para apreciar y adular su amplia sonrisa.

“Eso es precisamente lo que me enseñó el tiro con arco, a sonreír, a ser feliz, a controlarme a mí mismo, porque ahora el que tiene el control de lo que pasa a mi alrededor soy yo, el que tiene el buen día soy yo. Pasé mucho tiempo enojado, ahora yo he decido ser feliz, así de sencillo”.

A estas alturas comprende que algunos de sus cercanos y amigos no entendían su amor por el deporte y tampoco creían en sus capacidades y alcances.

Miguel está convencido de que el deporte puede llegar a transformar vidas desde temprana edad, sobre todo en una ciudad en la que los problemas son una constante, por lo que a manera de contribuir con la sociedad y, más aún con los más jóvenes, decidió emprender como instructor para enseñarles las bondades de esta disciplina a los chicos de barrio, niños y jóvenes de zonas adyacentes a su sector.

“Una vez que me vuelvo instructor y que la gente me ve como un ejemplo a seguir, me convenzo de que no quiero buscar triunfos o la victoria máxima, sino ser un pilar, porque campeones hay muchos y pilares muy pocos. Un pilar es aquella persona que, aunque pierda, no se rinde, no pierde la convicción”.

Prueba de ello, como anécdota comparte que durante una competencia se le quebró el arco y lloró.

“Fue la única vez que lloré durante un partido y lo hice por la frustración de no poder terminar. Me di cuenta de que a mí no me duele perder, a mí me duele no poder continuar. Es como no saber qué pudo haber sucedido, esa incertidumbre de no haber dado mi máximo”.

En aquella ocasión iba como instructor y no permitió que los niños lo vieran en ese estado.

“Estos niños me necesitan, así que me puse unos lentes negros, me tomaron unas fotos sonriendo y una vez que se terminó el torneo mi familia se me acercó. Fue un momento muy bonito para mí, porque mi papá fue y me abrazó, mi mamá, mis hermanos me dieron ánimos, me dijeron que todo estaría bien”.

¿Un deporte elitista?

A pesar de que se tiene la idea de que el tiro con arco podría rallar en lo elitista, de ser un deporte “burgués”, Miguel aclara que en Ciudad Juárez sucede algo muy valioso al desarrollarse esta disciplina en un contexto de hermandad entre sus practicantes, sin ningún distingo.

“Yo soy el mejor ejemplo de que no se necesita mucho dinero para practicar este deporte. 

Hay gente que sí tiene esa idea porque hay arcos muy caros, pero como yo siempre lo he dicho, 

en todos los deportes hay de precios a precios. Yo he visto gente que ha logrado mucho con muy poco y he visto gente que ha tenido mucho y ha logrado muy poco. Entonces hay un equilibrio ahí. Hoy en día las escuelas de tiro con arco se han modernizado bastante, antes tú tenías que traer tu arco y flechas, ahora hay escuelas que te prestan el arco y las flechas para que tú puedas practicar. Yo mismo he patrocinado gente, he prestado mi equipo viejo a los chicos nuevos”. 

Miguel ha tenido la oportunidad de asesorar a deportistas procedentes de Chihuahua, Puebla, Zacatecas y de la Ciudad de México.

Un sueño, una retribución a Ciudad Juárez

Como parte de su agradecimiento a quienes lo han visto crecer en esta disciplina, tiene como propósito abrir su propia academia de tiro con arco. 

“Quisiera hacerla de forma lucrativa para después ofrecer apoyo a aquellas personas que por diversas razones no pueden entrar. Primero, me gustaría quitarles todos los pretextos a los papás, ofreciéndoles a sus hijos transporte, equipo, hasta comida para que no tengan ningún impedimento de practicarlo, que lo único que me tengan que dar a cambio sea disciplina. Eso sería como mi pastillita para la sociedad”.

Miguel Bustamante Méndez creció en la colonia Horizontes del Sur, en el suroriente de esta frontera. Es hijo de Martha y Miguel y es hermano de Juan Pablo y María Emilia, actualmente se encuentra en la recta final de la carrera de Contabilidad en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ) y alterna sus estudios con el trabajo, como auxiliar en el departamento de Servicio al Cliente en una reconocida empresa local de transporte de carga pesada. 

“La familia es un gran soporte”. Su padre es microempresario y su madre ama de casa. La relación con ambos es hoy por hoy muy positiva; se entienden, se aman. “Somos un gran match, un gran team (equipo) y eso me hace sentir muy pleno y feliz”.